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Tomo I
Capítulo Tercero
Por Mario Luis Altuzar Suárez
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La Sanación por Imposición de Manos
Merlín está inquieto
esta noche. En sus sueños se mira como un gran Mago, afamado por sus dotes
curativas. Satisfecho, recibe a los enfermos y con el solo movimiento de sus
manos, logra sanar sus males. Recibe el tributo de los pacientes y el
reconocimiento trasciende las fronteras. Repiten su nombre con reverencia. En
sí, converge en su inconsciente el hecho de que su Maestro Hebert reconoció
ante los adeptos que tiene el poder de la sanación y en su imaginación aún
rigen los valores terrenales y temporales ajenos a los elevados Principios de
las Escuelas Iniciáticas. Es más, ¡siente el derecho de heredar esa potestad
del Iniciado indogermánico! Despierta
emocionado. ¡Claro que le gustaría tener ese poder! Actualmente usa las
herramientas de la naturaleza para elaborar brebajes o ungüentos. Pero es
claro que Hebert no tiene necesidad de estos elementos que, ante la nueva
perspectiva, consideraba rústicos. Espera a su mentor y suplica: "Maestro,
dígame ¿cómo es que se puede sanar sin utilizar las infusiones? ¿Cómo es que
puede curarlos sin que utilice las herramientas de las yerbas o de las
limpias como usted nos enseñó a practicar?
¿Por qué no me enseña a sanar como usted cura? ¡Solamente con las
manos!" Con
profundo amor en su corazón hacia su discípulo, el Iniciado sonríe y le dice
que sí accederá a su petición: "En su momento aprenderás todo".
Merlín no alcanza a comprender las palabras de su conductor que le abraza con
ternura y le lleva con sus demás compañeros que ya están listos para la sesión
del día. Les dice: "Mis
Queridos Hermanos, al igual que Merlín, se han de preguntar como acontece la
sanación con la sola imposición de manos". Todos están atentos, ya que
en la ocasión anterior no tuvieron oportunidad de preguntar sobre el
particular, ante la angustia familiar que embargaba a su cofrade Louis.
Escuchan: "Existen
fuerzas desconocidas para nosotros en el interior de nuestra materia
corporal. Se desprenden hasta que llegan a formar un campo alrededor del
cuerpo. Aunque le desconocemos vemos que es un campo que se expande y se
contrae por sí solo, como si también estuviese vivo y que los antiguos
denominaron con el nombre de Aura". Prosigue:
"Existen diferentes colores en ella. El color es determinante para poder
reconocer la fuerza que tiene cada persona. Podría decirse que son como hilos
delgados que salen desprendidos del cuerpo y que confunden con la unidad de
la materia en un movimiento continuo". Cuando
se alcanza el desarrollo en le Enseñanza Iniciática, se pueden apreciar a
simple vista. En la actualidad, existen sofisticados aparatos electrónicos
que han descubierto la existencia de esa atmósfera que acompaña a los seres
vivos y ha degenerado en el abuso de charlatanes que buscan el beneficio
individual mediato. Los
Grandes Iniciados establecieron que el Aura, esa fuerza denominada hoy
energía, son pequeñas ondas de colores que se fusionan en ocasiones o llegan
a confundirse unas con otras. Lo más importante es que describieron la
conexión directa de cada vibración correspondiente a las partes del
organismo. Hebert
les explica a sus adeptos que cuando una persona se encuentra enferma, esa
fuerza en su entorno se observa disminuida o muestra signos de debilidad.
Enuncia: "Lo único que yo hago, mis Hermanos, es proporcionarle de mi
propia fuerza para que entre en esa persona y se restaure su Aura lo que
logra que se pueda restablecer su
organismo". Mira
en los rostros juveniles el desconcierto y añade: "Al cerrar los ojos
con el deseo profundo en mi corazón de que se logre su curación, invoco al
Padre Creador de los Universos para que se manifieste todo su Poder de
Curación en mi hermano, al momento que estoy transmitiendo esa fuerza". Ante
la incredulidad de los oyentes, Merlín busca afianzar su relación con el
Maestro y expresa: "¡Es cierto! Ha sucedido y he tenido la oportunidad
de verlo". Un corto silencio se rompe por la interrogante de Adam:
"Maestro, ¿qué es lo que debemos tener en las manos para lograr que esa
fuerza se transmita?" En
el ambiente flota la emoción y el hambre del conocimiento secreto. El
nerviosismo de estar cerca de saber cuál es el instrumento que podrá
proveerles del poder de la curación. ¿Un cuarzo mágico, o tal vez alguna
yerba milagrosa? ¡Con algo debe apoyarse la generación y dirección de esa
fuerza! Más,
la respuesta es tajante: "Nada se debe tener en las manos". Los
adeptos se miran unos a otros totalmente desconcertados. Hebert ríe mirando a
sus discípulos que abren mucho los ojos y señala: "Es un proceso difícil
de explicar pero voy a intentarlo en este momento; cuando cierro mis ojos y
solicito al Padre Creador que se manifieste su Inmenso Poder, siento como
entra por mi corona un calor que corre por mis brazos y sale por mis
manos". Con
el movimiento de sus manos sin tocar el cuerpo de Merlín, el Iniciado indica:
"Coloco mis manos sobre la persona, a manera de rozar su aura y empiezo
a sentir como propios los síntomas que la persona sufre. Así identifico en
donde están sus dolencias sin que me lo indiquen y allí, implanto las manos
para inyectar la fuerza de curación del Padre Creador de los Universos". "En
ese momento, Maestro, ¿puedes ver algo?" Es la pregunta de Irvin quien
escucha: "En ocasiones puedo ver el interior del cuerpo. ¡Hay unos
colores vivos y muy hermosos! A veces están obscuros, se miran opacos pero al
ir recibiendo la Luz de la Fuerza Divina de sanación, recuperan sus
tonalidades que generan alegría". Merlín
inquiere sobre la posibilidad de error y oye: "La boca miente y en
ocasiones, también las sensaciones. Por ello es que coloco mis manos en donde
yo mismo siento el dolor y que en ocasiones, el enfermo dice que es en otro
lado. Al ver los colores opacos, sé entonces que el paciente informa del
reflejo de la parte dañada". "¡Fantástico!"
Dice el Consejero Real y añade: "Cierro los ojos y pido la fuerza de
curación. No es tan complicado". Hebert ataja la euforia: "¡No, mi
Hermano! No es tan sencillo. Esto únicamente se puede alcanzarse a través del
proceso del Desarrollo Espiritual y en la comunión cotidiana con el Padre
Creador en el Amor y el Perdón". El
Iniciado explica que no se trata de una fuerza mental que se manifiesta por
el anhelo o deseo espontáneo, como sería el mover o doblar algunos objetos a
cierta distancia. "En cambio, esta fuerza de sanación proviene del
Espíritu". El juvenil auditorio se entusiasma con una exclamación:
"¡Oh!" Y se mueven en sus asientos para oír: "Sí,
mis Hermanos, es posible curar a otras personas si existe la entrega de uno
mismo al Espíritu, a nuestro Espíritu Divino, Espíritu de Luz que nos permite
tener conexión con esa Fuerza extraña pero al mismo tiempo, Divina y Amorosa
que nos envuelve y permite, entonces, que se vuelva una Fuerza Liberadora y
sanadora para los demás". Hay
inquietud en Merlín. Parece que necesitará mucho tiempo para conseguir cumplir
su ambición de convertirse en ese Mago afamado que soñó. Pregunta:
"¿Cómo podemos nosotros adquirir esa fuerza? ¡Nosotros tenemos que
llegar a ser iguale a usted!" Hebert
se ríe ante el atrevimiento de su aprendiz. ¡Cuanta osadía muestra en esas
palabras! Pero sabía también que era de buen corazón. El indogermánico jamás
prejuzga a nadie y siempre comprende a sus jóvenes adeptos que por la edad,
muestran inclinación a la premura. Replica: "Cierto
es que nos hemos estado dedicando a crear una conciencia. ¿No se le olvida a
mi hermano?" Merlín dice que no y atiende: "Esa Enseñanza, ¿a dónde
nos llevará?" El aprendiz recita con seguridad: "A la comunicación
con la voz interna del alma, con nuestro Espíritu y con el Creador de los
Universos". "¿Para
qué?" Interroga el examinador y el discípulo responde: "Para
alcanzar un mejor estado de vida, un estado de equilibrio interno como al
mismo tiempo, nos proporcionará una mejor conexión con los Universos".
El Maestro aprueba: "¡Muy bien! Veo que está aprendiendo, pero dígame;
¿eso como se logra?" Siente
orgullo el interrogado y responde: "En la responsabilidad de mis actos.
Hacer conciencia de lo que soy responsable y no buscar en otros la culpa y
responsabilidad. Tener la fuerza y la voluntad de perdonar a todos, ¡perdonar
de corazón! Y manifestarme en un estado de amor. Siempre de amor hacia los
demás, buscando siempre no encontrar enemigos, sino eliminarlos por completo
de mi corazón al comprenderlos y perdonarles". El
adepto ha mostrado que aprendió el conocimiento recibido. ¿Cuantos no lo han
abrevado de los libros y tratados? Y ahora con las comunicaciones
cibernéticas, el caudal informativo es tan amplio para convertir en cada uno
en Sapientísimo de la Doctrina Secreta. ¿Qué falta entonces? Irvin ofrece la
respuesta al decirle a Hebert: "Lo
que acaba de señalar mi Hermano, ¡es real! Maestro, yo he sentido una fuerza
muy especial cada vez que perdono. He buscado también el perdón para mi Ser.
Le pido perdón al Padre Creador, a mis padres y demás familiares y amigos, a
la naturaleza, por mis actos y omisiones como al mismo tiempo otorgo el
perdón". El
rostro del adepto se ilumina con una luz amarilla al decir: "Maestro,
¡he encontrado una paz interna muy profunda! Una tranquilidad absoluta que me
hace sentir libre. Siento como si quisiera volar, como si nada hubiese que me
atara a la tierra. Se han manifestado sensaciones raras: como si me inundara
un gozo extremo, una alegría tan grande en mi corazón que me genera el deseo
de abrazar a todos". Hebert
atrae a sus brazos al orador. Comprende que es bastante el avance del
aprendiz y comenta: "Así, mi Hermano, es como comienza a conectarse con
su Espíritu". Merlín inquiere: "¿Cómo haces eso, Irvin?" Y
escucha: "Perdono hermano, y pido perdón". La
fuerza del perdón se manifiesta cuando se hace con el corazón, la residencia
temporal del alma. En la Doctrina Secreta, el adepto respira tres veces para
entrar en meditación con los ojos cerrados, invocando la fuerza de Dios
Padre. Empieza por el reconocimiento consciente de ser Hijo del Creador de
los Universos. Se
le pide perdón, por la debilidad del alma que se dejó atrapar por la vanidad
y la amnesia del Poder del Origen, para satisfacer los aparentes placeres de
la temporalidad de la carne, y que en realidad, nos conduce a violentar el
equilibrio de los cuatro elementos que la componen, por medio de los excesos
o descuidos. Creemos,
por ejemplo, que el hombre se confirma en el mayor número de relaciones con
el sexo opuesto, sin percatarse que derrocha su energía y pierde la semilla
de la vida en el intercambio amoroso que, por más decente que parezca,
incurre en la prostitución sin descontar que siembra en la pareja efímera el
resentimiento y el rencor. Un
acto que pasa desapercibido por lo cotidiano del medio ambiente social y
familiar, que induce a pensar que ese comportamiento es el adecuado. Por
ello, debe pedirse perdón al Creador, por la inconsciencia propia, pedirle
perdón al cuerpo por el uso indebido y al entorno social por las
insatisfacciones que hayamos creado. Alcanzar
el perdón implica la conciencia del cambio interno y en el comportamiento
externo, bajo el compromiso de no caer en los mismos errores. Es la
diferencia radical con el arrepentimiento que tradicionalmente se utiliza
para justificar yerros y debilidades que se tiende a repetir al exonerar
superficialmente la conciencia. Después,
los adeptos empiezan a respirar profundamente y en forma rápida, bajo la
forma de pensamiento de que aspiran y exhalan por la corona, para elevar la
energía de la chacra de la raíz por la espina dorsal hasta el exterior de la
atmósfera terrestre, en donde se encuentra el Espíritu. Posteriormente,
se baja esa energía para que ingrese al cuerpo y se entrelace con la energía
interna que, al fusionarse, llena de Luz de Vida, Luz de Amor a todo el
organismo y facilita recordar las experiencias que se han tenido desde el
Principio de los Tiempos, para comprender la razón del Ser en este plano. Un
nivel conocido como la Cristificación, en donde la energía interna y externa,
generan la tranquilidad y armonía en la conjunción del cuerpo con el alma y
el espíritu. Es, entonces, cuando puede invocarse la manifestación de Dios
Padre en la sanación de los hermanos. Son elementos inconfundibles para
evitar caer en oportunistas y aprovechados de la ignorancia o buena fe de las
personas. Podría
preguntarse, como lo hace Merlín: "Pero, Maestro, ¿cómo vamos a saber a
quien se debe pedir perdón?" A lo que Hebert responde: "Cuando el
corazón en verdad busca la reconciliación, no necesita buscar lo que ya sabe
y está consciente del mal que ha causado". Ese
día, Merlín ya no pregunta más. Ha tenido todas las respuestas para cumplir
su deseo de alcanzar el Poder de la sanación, que no responde al capricho o a
la fuerza mental y exige la entrega total del Iniciado a la Obra Divina,
aquí, en la tierra. V.- El Karma, Enfermedad del Alma VII.-La
Gran Hermandad Universal Página
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