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Tomo I
Capítulo Segundo
Por Mario Luis Altuzar Suárez
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Jesús, el Primogénito, y el Despertar Eterno “En aquel tiempo, la
esclavitud pedía su libertad”, comenta el Maestro Hebert a sus adeptos,
quienes muestran profundo interés por saber
la trayectoria de Jesús, el Primogénito que causó el temor en el
Imperio por cumplir el Mandato Divino de rescatar en el interior de los
hombres, la Palabra Sagrada del Origen y Despertar el Espíritu con la
enseñanza de los Grandes Iniciados. Reunidos en las faldas de los
Montañas de Gales, los aprendices pertenecen a un mosaico religioso generado
por las migraciones indogermánicas: Hay católicos, hindúes, judíos y
musulmanes con la aspiración, en ese momento de principios del Siglo VI, de
alcanzar la Iniciación en la Doctrina Secreta que adquirió el Maestro Hebert
en el Templo de Luz de los Esenios en el corazón del Tíbet. Los jóvenes se atropellan en sus
preguntas: ¿Es cierta la existencia de Jesús? ¿Vivió realmente entre los
Esenios? ¿De verdad llegó a ser tan grande? ¿Por qué se dice que fue el
Primogénito de Dios? ¿Logró realmente resucitar? ¿Era un Profeta o era un Iniciado? En medio del confortable clima de
primavera y la inquietud de sus adeptos, Hebert de inmediato confirmó la
presencia del Maestro Jesús entre los Esenios. Desde muy pequeño abrió las
puertas del Templo de Luz y recibió la Enseñanza de los Augustos Misterios
que, ahora, se les entrega a esos jóvenes con sed del conocimiento externo y
que deben ser conducidos con suavidad y firmeza, hacia el interior de cada
uno, en donde reposa la Herencia Divina desde el Principio de los Tiempos. A temprana edad, el hijo de María
y José, llegó a ser un Iniciado, les dice. Merlín interroga: “¿Entonces,
Maestro, eres tú, un Iniciado o no lo eres?” Con modestia, Hebert explica que
alcanzó el grado de iniciación por el conocimiento y su aplicación, empero,
“solamente llega a ser un Iniciado, aquél que en realidad lo hace vida, que
lo practica, cuando en realidad se manifiesta todo el amor intenso, todo el
Amor Divino”. “¿Y a ti, qué te ha acontecido?
¿Acaso será que Hebert no entrega ese amor divino?” Pregunta Irvin con cierta
inquietud. Escucha las palabras reposadas de su mentor: “Aun existen en mi
interior, ciertas insatisfacciones. Cuándo volteo ha ver el entorno y
descubro tanta miseria y tanto dolor, lo reconozco; ¡me he dejado llevar por
la pasión!” Añade: “Para ser un Iniciado, es
insuficiente conocer los Principios teóricos de todos los grados. Es
equivocado pensar que por medio de la memorización del conocimiento escrito y
oral, puede alcanzarse ese nivel. Es necesario, para conseguirlo, que la Enseñanza
adquirida se vuelva una práctica cotidiana. ¡Que tengan vida dentro de uno
mismo! En cada una de las partes más pequeñas del cuerpo.” “Cada concepto de la Doctrina
Secreta debe manifestarse en lo más profundo del ser, y proyectar así, el
equilibrio interno en el amor perfecto, y ese, hermanos míos, es el Amor
Divino. Jesús logró alcanzar ese grado en el dominio y gobierno de todos sus
centros de poder corporales. Al igual que otros Maestros que fueron por el
mundo para descubrir la grandeza del ser humano”, explica el indogermánico. “Si hay más Iniciados, ¿por qué
es el único que sobresale?” Es la pregunta inmediata de Merlín. En ese
tiempo, expone Hebert, Roma era un Imperio celoso de su poder y gloria
militar, en donde la esclavitud de los hombres pedía su libertad, cuando
regresó Jesús a su lugar de origen para anunciar la Palabra Sagrada en el
interior de los Hijos de Dios. A diferencia de otros Iniciados, por el
momento que se vivía, su actividad movió el miedo político y buscaron
diferentes formas para destruirlo. Les indica que los Profetas
también pertenecen al importante grupo de los Iniciados, aunque en diferentes
niveles. “Más, Jesús, no vino a dejar profecías. Su misión consistía en abrir
la Enseñanza a todos los hombres. Preguntarán el por qué fue elegido y la
respuesta es que con él no se corría el riesgo de que pudiese ser envuelto o
tocado por las vanidades superficiales del espacio y el tiempo.” Cuando se dominan todos los
grados de la Enseñanza Iniciática y se hacen vida, se logra estar más allá de
todo bien y de todo mal, en donde únicamente se tiene el contacto con la
Quinta Esencia, con la Fuerza Divina. Ya no es fácil caer ante las
tentaciones mundanas. Muchos Profetas alcanzaron esos niveles con la
diferencia de no enfrentar situaciones políticas adversas y cumplieron con su
servicio de prevenir o anunciar acontecimientos de desastre. Irvin se entusiasma: “¿Es un
clarividente?” Hebert sonríe amoroso y confirma: “¡Son clarividentes! Pero no
sólo en eso se manifiestan. Se caracterizan, además, por profesar y proclamar
a los cuatro puntos cardinales, el amor al Padre Creador. Es parte de un
servicio que adquieren por libre y espontanea voluntad. Van pregonando el
Despertar del Espíritu y es como parte de la entrega absoluta a los principios
rectores del Universo”. Hay diferencias profundas: Un
clarividente puede ser, sencillamente, aquella persona con capacidad para
anticipar acontecimientos pero no necesariamente tiene que estar al servicio
de la Obra Divina. Unicamente tiene abierto el canal de la clarividencia, más
eso no significa que sea un Profeta. En cambio, un Profeta es aquel que
pregona el amor y la hermandad, puede curar, predecir y guiar por el sendero
de la Luz. Merlín inquiere: “¿Sería lo mismo
Jesús?” Hebert concede esa posibilidad con la salvedad de que los Profetas ya
habían anunciado de su llegada para entregar la Palabra, “y se cumplían,
entonces, las profecías”. El mahometano Irvin sugiere que “era Hijo de Dios”
y escucha: “Todos somos Hijos de Dios. A él se le llama el Primogénito porque
hace vida todos los Principios de la Iniciación”. “¿Todos, Maestro?” Preguntan en
coro los aprendices. La respuesta es contundente: “¡Todos! Mis hermanos, él
hizo vida todos y cada uno de los Principios de la Enseñanza. Alcanzó un
lugar en donde ya no existe límite alguno y el dormir de la materia significa
únicamente el Despertar Eterno”. “¡A mí me gustaría llegar a ese
nivel! Ser como él fue”, comenta Adam y Merlín le reprocha: “¿Cómo puedes
aspirar a tanto? ¡Es soberbia eso que piensas!”. Hebert ataja: “¡No! Sí en
Adam está el aplicarse en la entrega absoluta de la misma manera en que lo
hizo Jesús, tomándolo como un ejemplo, no puede considerarse soberbia si no
al contrario, sería el compromiso de cumplir el Mandato Divino”. En cambio, si únicamente
ambiciona adquirir los poderes del Maestro, sin dar nada de sí mismo, caería
en un gran egoísmo que limitaría su acción en la superficialidad de la
vanidad y satisfacción personal. Por ello es importante descubrir que el
encuentro con el Padre, es una labor disciplinada para reconocer el interior
del cuerpo, sus centros de energía y sus conexiones con el campo etéreo para
comunicarse con el Espíritu, el sendero exclusivo para llegar al Eterno. Buscar en la profundidad de uno
mismo, es el verdadero camino de la Luz. Y no en el exterior dominado por la
veleidad del poder humano. “Más, debe tenerse cuidado. Ir en forma solitaria
por los misterios de la Enseñanza, puede generar confusión y la desviación de
los objetivos anhelados. La elección del Maestro o la Escuela para buscar la
Iniciación, debe hacerse con cuidado para evitar el engaño”. Irvin retoma la inquietud sobre
el cumplimiento final de las profecías. Y con profunda atención escucha a su
Maestro: “Hay muchas por cumplirse. Muchas sobre el final de los tiempos”. La
pregunta rápida: “¿Cómo sabremos cuando serán los tiempos finales?” Hebert
guarda silencio unos instantes. Aspira profundamente y dice: “Se presentarán
señales que pasarán desapercibidas o serán ignoradas por los hombres”. El hombre habrá alcanzado un
nivel de poder muy amplio, más allá de la luna. El cielo se volverá cada día
más delgado. La protección natural que tiene la tierra se volverá muy frágil.
Habrá escasez de agua y alimento. Vendrán tiempos muy difíciles, en donde la humanidad
perderá los estribos y se volverán como autómatas y estarán viviendo como
enemigos, ya que las bajas pasiones y los vicios serán quienes gobiernen,
anuncia con pesar el Iniciado. Anticipa que aquellos que estén
preparándose en el Crecimiento del Espíritu, enfrentarán muchos obstáculos,
ocasionados por los mismos avances del hombre con el desarrollo de
instrumentos que, sin darse cuenta, contaminarán los campos dimensionales en
donde quedarán atrapadas las mentes de los adeptos. ¡Y desde allí, serán
gobernados! Merlín apunta la inquietud sobre
el futuro del ser humano: “El hombre quedará atrapado en él mismo, a causa de
sus propios avances. Recibirán en la meditación, falsos mensajes atribuidos a
Dios y creyendo que llegaron a los máximos niveles de la Enseñanza, atentarán
contra el Principio Sagrado de salvaguardar la vida propia o cuidar el cuerpo
temporal, que como un templo amoroso, asila al alma”. “El hombre, hermanos, se perderá
en su inteligencia y ensoberbecido, se volverá tan ambicioso que buscará
gobernar como si fuese un dios, desde lo alto. Decidir a su capricho sobre la
vida y la muerte. Dejará que vivan los más fuertes y sacrificará a los que
considere débiles o inservibles. A través de ese gobierno, enviará mensajes
de los cielos, de tal manera que habrá quienes crean que hablan con los
dioses o con los ángeles para creerse los nuevos profetas. ¡Esos que
gobernarán los cielos, se harán pasar como Dioses!”. “¿Cómo evitarlo?” Es la pregunta
crucial y cunde el desaliento al oír a Hebert: “No se puede prevenir.
Solamente debe uno prepararse para tener un encuentro con el Amor del Origen.
Recordar y seguir la Enseñanza de los Grandes Iniciados que, como Jesús,
manifestaron y revelaron la generosa
bondad del Creador con sus Hijos". Profecías que en el presente
obligan a reflexionar. X.- Los Misterios de la Fuerza Espiritual XII.-La
Violación a la Potestad del Pensamiento Página
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