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Tomo I
Capítulo Segundo
Por Mario Luis Altuzar Suárez
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El Misterio del Principio de los Tiempos Para buscar la inspiración divina
que le oriente en la elección de sus adeptos merecedores de alcanzar la
Iniciación, el Maestro Hebert entra en meditación unificando cuerpo, alma y
espíritu en el Cosmos. Abre la bóveda celeste y siente como es transportado a
los Montes Himalaya. El desdoblado se maravilla de la
perfección de la Creación del Padre y centra su atención en la cadena
montañosa de dos mil 800 kilómetros de largo y desciende suavemente en la
zona de los glaciares y las nieves perpetuas que se encuentran a cinco mil
metros sobre el nivel del mar. De píe y de frente al Oriente, entona cánticos
que hacen vibrar su corazón para solicitar que se abra la Puerta Dimensional.
Ingresa al Templo de Luz Esenio y
como si hubiese retrocedido su vida, se observa cuando llega por primera vez
al Pasillo del Conocimiento, en donde tenía que descifrar los titánicos
murales únicamente con la guía de Dios, para recibir los Augustos Misterios
del Principio de los Tiempos. ¡Cómo se maravilla al observar
ese diamante enmarcado en figuras geométricas! Sin embargo, al sostener la
mirada el efecto óptico es distinto: Las figuras emanan del diamante que de
cada punta de cara, genera un rayo de luz recogido únicamente por el cerebro
y el corazón para descubrir un sentimiento de profunda nostalgia acompañado
de dolor y arrepentimiento. Los trazos, aparentemente
sencillos a primera vista, se complican. El diamante es en realidad el centro
de una estrella de cuyo interior de sus picos aparecen otras estrellas. Era
como si las estrellas más grandes tuviesen profundidad con la densidad de los
puntos geométricos internos y dispersos en el exterior. Entendió que en un principio, la
Causa Primera era la Fuerza de Luz de Dios en la soledad del vacío. Por su
infinito amor inició la Creación de los Universos, en perfecto orden y
equilibrio. Por eso el Hijo de Dios sentía nostalgia al ver al Padre y el
dolor era por su necedad de ignorarlo tanto tiempo. Más adelante encuentra una escena
que parece recordar en sus vidas pasadas. Mira ángeles bellos y luminosos que
se enfrentan a seres similares pero opacos y pesados. Una batalla con espadas
flamígeras y rayos de luz de diferentes colores que emanan de sus manos, del
entrecejo... ¡de todo el cuerpo! En otra parte del mural están los
ángeles de rostro endurecido y vibración opaca, combinándose con los seres de
la Tierra, poseyendo a las doncellas. A un lado hay imágenes de la
destrucción del planeta y a su derecha, las configuraciones astrológicas de
la Osa Mayor, la Osa Menor, la Constelación de Cáncer, la Constelación de
Escorpión cercana a la de Orión. La fuerza pictórica, empero,
marca hechos y fechas que pueden interpretarse al saber que así como la Luna
gira alrededor de la Tierra y ésta alrededor del Sol, la galaxia gira en
aproximadamente treinta y cinco mil años, alrededor de la fuerza y corazón de
la Creación. La crónica del mural, la recuerda
Hebert con emoción: En el inicio de los tiempos, cuando existía la armonía de
los mundos, vino a acontecer, dentro de los experimentos de clonación
genética, un desajuste entre los Hijos de Dios, distorsionando el objetivo de
lograr la reproducción de la especie con autonomía, sin recurrir a fuerzas
mayores para alcanzar esta manifestación. En los planetas gemelos XL 23 y
27 de Andrómeda, los clones sufrieron la alteración genética que originó que
la vanidad del poder empezara a engendrarse en esos seres: Como consecuencia,
cayeron en la desobediencia negando el reconocimiento al Padre Creador y
dejándose llevar en clonaciones pervertidas. Descubrieron que podían alterar
la codificación genética. En sus hijos procreados en pareja sembraron la
vanidad y la desobediencia y con el legado de todos los poderes que se pueden
manifestar en los seres divinos, se enfrentaron a los Guardianes del Orden,
encargados de vigilar el equilibrio en la evolución para poder engendrar al
ser perfecto. Los desobedientes fueron vencidos
y expulsados del sistema ya que por el infinito amor del Padre Creador de los
Universos, se les permitió sobrevivir en el planeta 24-2-4 en el exterior del
Cosmos. Para salir de lo que consideraron un infierno denso, desarrollaron su
tecnología y se desplazaron a Marduk, que destruyeron por su acción
depredadora. Posteriormente devastaron a Marte y al buscar nuevos horizontes,
dejaron una civilización subterránea. Cuando desde la Tierra se
observaba a su derecha la Constelación de la Osa Menor y a su izquierda las
Pléyades, aproximadamente veinte mil años atrás, arribaron al planeta en
donde los Custodios de la Obra Divina habían establecido tres importantes
centros de investigación genética, ubicando a las poblaciones de acuerdo con
las características geográficas y climatológicas terrícolas. ¡El proyecto más
perfecto era la raza negra de piel brillante como la caoba! Al ser tan parecidos los
invasores con los investigadores, se mezclaron para buscar apoderarse del
Conocimiento Divino que les permitiese alcanzar la Quinta Esencia y
provocaron enfrentamientos entre la Atlántida, Lemuria y Lotananza. Al ser
descubiertos, aunque tardíamente, los Guardianes de la Creación destruyen los
importantes Centros de Investigación, bloquean la evolución genética cerrando
los centros de poder interno de los habitantes. Los Guardianes de la Creación
permitieron que el reacomodamiento natural en la evolución de la Tierra fuese
violenta y catastrófica. Se cambió la superficie del planeta. En donde había
agua emergió la tierra y en donde había tierra se desplazó por el mar.
Algunas tradiciones recogen estos hechos como el Diluvio Universal y los
geólogos señalan el tiempo de la Quinta Era geológica de la Tierra. Grandes Maestros se ofrecieron de
voluntarios para quedarse en la Tierra para auxiliar a sus pobladores como
una manifestación Divina de ayuda evolutiva y se plasma en el mural en las
construcciones tan parecidas en los cinco continentes que reflejan el mismo
origen. Para erradicar la semilla de la
obscuridad sembrada en la combinación de la raza humana con los Ángeles
Caídos de la gracia de Dios, se adopta una medida de purificar el alma por
medio de su transmigración, es decir, por medio de la reencarnación, para
darle la oportunidad de limpiarse de la vanidad y ambición de poder que le
impide reencontrar su propia divinidad. Hebert se entusiasma:
"Escrito está que el Hijo de Dios deberá reconocer con humildad su
origen y en su Potestad recuperar toda la fuerza de la Luz para entregar
muchas cosas bellas en armonía y amor fraternal." Comprendió el Iniciado que el
encuentro de los dos mundos es el rompimiento de la androgineidad para
combinar y parir en armonía y en amor. Hombre y mujer se complementan en un
solo Centro de Poder generador de la energía, cuya causa primaria considerada
como el Quinto Elemento, es el amor legado por el Padre Creador, para servir
al perfeccionamiento de su Obra Divina. Implica también, comprender que
los expulsados de Andrómeda insisten en asumir el poder y el control de los
universos, con su promesa de obscuridad esclavizadora en la angustia, el
dolor, el egocentrismo, la envidia, entre otros manjares de su alimentación. Más, nada hay que temer, se dice
Hebert: “El Iniciado reconoce cuál debe de ser su servicio en la Hora
Suprema”. II.- La Iniciación Esenia de Hebert IV.-El
Fuego Eterno y su Poder de Vida Página
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