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Tomo I
Capítulo Segundo
Por Mario Luis Altuzar Suárez
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Los Misterios de la Fuerza Espiritual
En el Maestro Hebert cohabitan en
este momento, sentimientos encontrados: Por un lado siente satisfacción al confirmar
que los adeptos alcanzaron la reconciliación con los cuatro Elementos de la
naturaleza para reasumir el gobierno de sus cuerpos, empero, por otro lado,
la transición a la comprensión de la Fuerza Espiritual puede perder a los
aspirantes en la resignación de la codificación genética, definitivamente,
limitativa de la evolución de la especie humana. Desde la ribera de la Laguna de
Ordín, el Iniciado observa con ternura el intercambio de experiencias
personales entre los adeptos. ¡Sintieron la manifestación de la fuerza de la
naturaleza! La vivieron y por lo tanto, se conectaron con el medio ambiente
que les rodea. Son los mismos Elementos que antes soslayaron y que hoy,
reconocieron que sus cuerpos están conformados por ellos. Sin embargo, cada
vivencia es personal. Se mantienen las propiedades de la individualidad por
el Principio de la Creación: El Libre
Albedrío. Merlín resume ante su Maestro:
“La reconciliación que hicimos con el agua, la tierra, el aire y el fuego, no
solamente conlleva a reconocer y respetar las Potestades de los Hermanos
Elementales de la Naturaleza, sino que conduce a comprender que el cuerpo del
hombre conjuga los elementos y reconocerlos en el interior, permite retomar y
asumir con responsabilidad el gobierno del organismo”. Irvin añade con entusiasmo: “No
minimicemos algo muy importante, revalorizar los cuatro elementos exteriores
con los interiores, abre la conexión corporal con el medio ambiente: Con esta
consciencia, y retomando el Principio del Mandala, será más fácil aprender a
tomar la energía de los Elementos”. Sin embargo, al igual que
nuestros lectores, por la cabeza de los jóvenes aspirantes a la Iniciación
cruza una pregunta crucial: ¿Este gobierno responde a la Fuerza Mental o
emana del Espíritu? ¿Ofrece el poder o exige la entrega? Hebert responde:
“Ambas pueden manifestarse como una fuerza mental o como una fuerza
espiritual”. Pregunta Merlín con el desconcierto reflejado en el rostro:
“Entonces, ¿cómo saber, Maestro, que fuerza es la que desarrollamos?” Hebert les invita a sentarse
sobre el pasto primaveral. Abre el misterio: “La Fuerza Mental, por más
ambiciosa que ésta sea, tiene siempre un límite, a diferencia de la Fuerza
Espiritual que cuenta con la experiencia de las vidas recorridas en sus
diferentes encarnaciones de su evolución, en donde adquiere diversas
enseñanzas y que puede manifestarse como forma de pensamiento”. El Iniciado indogermánico expone:
La mente se comprende como la inteligencia, el pensamiento y la memoria. Tres
elementos almacenados en el subconsciente y que al activarlos en el
consciente, lo descubrimos con el punto central de los movimientos y la
actividad del organismo. No es casual que en algunas ocasiones interpretemos
una acción determinada como inconsciente con resultado positivo, sin
considerar el punto de origen o la motivación real que puede encontrarse en
las experiencias adquiridas en vidas pasadas. Se puede entender, entonces, que
la mente es limitada por la herencia, por la formación y la educación
recibida que se perfeccionan o desvían con base en la recepción de los
mensajes subjetivos en el entorno social o por la incursión tecnológica en la
emisión de ordenamientos de comportamiento, dirigidos directamente al
subconsciente para desviarlo a buscar la satisfacción de necesidades
superfluas y vanas, con el objetivo claro de esclavizarlo a un modelo de
consumo. Todos estos mensajes se guardan y
manifiestan en el inconsciente que jamás duerme. Cuando el consciente
descansa, se encuentra indefenso ante la imposición oculta en las ondas
herzianas, de conductas predeterminadas. Se manifiestan con mayor fuerza en
el sueño y provoca enfrentamientos internos del ser humano. Puede mencionarse, por ejemplo,
la frustración de incumplir un objetivo firme y claro para realizar un proyecto
o un anhelo, y se siente que hay algo invisible que se opone en el entorno.
Sin embargo, el subconsciente puede estar creando los obstáculos para nuestra
realización y no necesariamente, son provocados por terceras personas. Puede
observarse, entonces, la fuerza de la Mente y sus limitaciones que se
acentúan porque el ser humano utiliza una ínfima parte de su cerebro. Al haber conectado los adeptos su
energía interna con el medio ambiente, preocupa al Maestro Hebert: Están en
el punto crucial de la Enseñanza, ya que alcanzaron un crecimiento en el
conocimiento de los poderes naturales del ser humano y se corre el riesgo de
que se presente la ambición, ya que por las luchas de poder, pueden desviarse
por el camino tendencioso para someter a otras personas a sus caprichos. Independientemente del
estancamiento potencial de los aspirantes, la limitación mental puede conducirlos a buscar el liderazgo
social, con la falsa premisa de estar en condiciones de conducir a la especie
al Contacto Divino sin mayor esfuerzo personal de los engañados. Debe
entenderse que si bien es cierto que muchos son los caminos para encontrar al
Creador de los Universos, también es cierto que para cada persona solamente
existe el camino de su interior y que exige el máximo esfuerzo en la
Disciplina, Lealtad y Honor. Es decir, que se necesita tener Fe en los
ideales, Esperanza en realizarlos por Amor la humanidad La Doctrina Secreta es muy clara:
Con la Fuerza del Espíritu no hay liderazgo alguno. Se comprende que todos
somos hijos del Padre y por lo mismo, somos iguales. Entender este principio
conlleva a generar amor a la humanidad que conceptualizamos como Filantropía.
El Iniciado, o los aspirantes a
seguir este sendero, aprenden a buscar la Libertad, entendida como el
rompimiento de los patrones que se han codificado en el subconsciente,
basados en la lucha de poder mediante el sometimiento de los demás, con
hipocresía y engaño, en el afán de conseguir posiciones económicas y
sociales. No es fácil. Cuando el hombre
intenta cambiar su forma de ser y busca dominar los vicios para cultivar las
virtudes se le presentan dolores o enfermedades. La explicación del Maestro
Hebert es que, el subconsciente activa sus defensas de la codificación
genética en las células que almacenan la memoria. Es decir, que protege su
programación. El resto es superar estos síntomas para reasumir el control del
gobierno del cuerpo. Avanzar al encuentro del Espíritu
que tiene su Potestad más allá de la fuerza mental. Tiene la fuerza Divina de
la vida que permite el movimiento de la máquina integrada por los cuatro
elementos de la naturaleza y proporciona, además, estados de satisfacción,
tranquilidad y paz en el alma. No significa que se vuelvan
resignados y sumisos, si no que vivan en armonía de su interior con su
entorno. El romper con las viejas ataduras en el seno de la Enseñanza de los
Iniciados, es alcanzar la Libertad y avanzar hacia la evolución individual. ¿Qué es lo que proporciona la
Fuerza que es Divina en el Espíritu? Hebert entrega la clave: ¡El amor! Dice:
“La Amada Presencia del Amor Divino logra esa conexión que libera y entrega
estadios de satisfacción. La fuerza mental puede generar frustraciones. ¡La
Fuerza Espiritual jamás! Nos brinda la comprensión del verdadero valor de las
cosas”. Puede decirse que, al fijar un
objetivo determinado en la vida del individuo, con la fuerza de la mente
puede proyectarlo pero siempre quedará una sensación de intranquilidad, pero
si se realiza con la Fuerza del Amor Divino, encuentra la armonía, la paz y la
tranquilidad del deber cumplido. Indica Hebert a sus adeptos:
Buscar la voz interna para alcanzar la Voz Suprema, debe hacerse con cuidado
ya que la Fuerza Mental se puede crear también con la Fuerza Espiritual y se
pueden confundir, por la inclinación tendenciosa de la mente. IX.- Los Elementales y su Poder de Vida XI.-Jesús,
el Primogénito Página
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