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Tomo I
Capítulo Primero
Por Mario Luis Altuzar Suárez
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Los Misterios
de Isis Vemos pasar la vida desde el interior angustiado de
la existencia paralizante. Parecería imposible romper con los signos del Destino
que nos encadenan a los presagios de los hechos cotidianos. Y sin embargo,
allí está, aguardando al hombre, el secreto de Isis. Un Misterio dinámico en
el viento, el agua, el fuego y la tierra. Energía palpable, tangible al
cuerpo propio y acompasado al ritmo del universo. Merlín corrió el velo del Misterio de Isis y le
sirvió para aconsejar en el Siglo VI de nuestra era, al Rey Arturo. El
alquimista le orientó hacia la observación del cambio de los climas por la
imperceptible rotación y traslación de la tierra. Dos movimientos simultáneos
que responden a los campos magnéticos del planeta y las fuerzas de atracción
del Universo y por lo mismo, afectan la actividad de los seres humanos. Penetrarlos genera poder y beneficio al conocer que
el magnetismo es una fuerza constantemente activa, vital y curativa, que lo
penetra y anima todo por lo que se considera que es el beneficio más precioso
que nos ha deparado la Providencia. En primaria, jugamos con esa energía sin mayor
consciencia. Pasamos el peine por los cabellos y a una distancia se mueve un
pedazo de papel. Experimentos de física en secundaria, nos llevan a conectar
una pila a un cable de cobre embobinado y se mide la corriente para comprobar
el fluido eléctrico y posteriormente, se coloca otro cable sin conexión
alguna y se comprueba el flujo de energía por inducción. Ir más allá, es posible. Se puede construir una
pirámide de cartoncillo de cuatro lados y un péndulo de madera atado a una
vara pequeña, que al acomodarla en su cúspide sin que se toquen los dos
elementos, muestra un movimiento oscilatorio. Con escepticismo, aceptamos que
las fuerzas de energía se concentran en la punta piramidal para inducir el
movimiento en el péndulo, sin inyección energética conocida por medios
técnicos. Al comprobar la presencia de la energía, debemos
entonces, aceptar que el cuerpo humano mantiene en constante movimiento el
líquido vital: La sangre que, bombeada por el corazón a los kilómetros de
venas y arterias, transporta los principales nutritivos desde el aparto
digestivo a todas y cada una de las células y recoge al mismo tiempo, las
substancias de desecho que luego serán eliminadas por los riñones y otros
órganos de excreción. Técnicamente se dice que la sangre se divide en plasma
y glóbulos rojos. El primero contiene agua, sales minerales, glucosa,
proteínas, secreciones de las hormonas y vitaminas y los segundos pueden ser
glóbulos rojos o blancos. Los rojos recogen oxígeno en los pulmones para
alimentar los tejidos y se lleva de estos, el anhídrido carbónico para su
eliminación pulmonar y los blancos que destruyen los microbios y otros
cuerpos nocivos. En el cerebro se encuentran las neuronas que es el
conjunto de la célula nerviosa con sus prolongaciones protoplásmicas y
transmite las órdenes por pulsos eléctricos. Se tiene entonces, que el cuerpo humano es un
importante generador y consumidor inconsciente de energía electromagnética y
por lo mismo, se encuentra relacionado con los demás campos de la tierra y
del cosmos. Una proyección de esta energía se le conoce como Aura y que es
una atmósfera inmaterial que rodea a todos los seres humanos, aunque en los
Grandes Iniciados se muestra de mayores dimensiones, por su aplicación en el
conocimiento y crecimiento de esa energía interior que, en los Santos de algunas
religiones, se les representa como aureola. El secreto atribuido por los egipcios a la divinidad
Isis, se resume en su representación como la Tierra Madre, alimentadora
amorosa de todos los hombres. Encarnó como reina civilizadora que legó la
agricultura al borde del Nilo, un símbolo para representar el poder de la
Creación otorgado por Dios Padre al tercer planeta del sistema solar, en
donde se encuentra la Fuerza del Espíritu Santo. Conocida como Gea entre los griegos, es la madre de Cronos
para los romanos. La fuerza de la rutina tecnológica le anula propiedades y
la define como una esfera achatada en sus polos con cuarenta mil setenta y
seis kilómetros de circunferencia en el Ecuador, que tarda veintitrés horas y
cincuenta y seis minutos en girar sobre su propio eje. Hace el recorrido de la elipse alrededor del sol en
trescientos sesenta y cinco días con seis horas y nueve minutos, cuya
cercanía y alejamiento distribuyó en periodos de cuatro meses simétricos,
cada estación climática del calendario impuesto el cinco de octubre de 1582,
por el Papa Gregorio XIII, 90 años después de que Cristóbal Colón confirmó la
redondez del planeta. Galileo Galilei, físico, matemático y astrólogo
italiano, construyó el primer telescopio en 1609, para retomar la concepción
de los astros en movimiento y por lo mismo, generadores de energía que altera
los campos electromagnéticos con efectos directos en la vida en general que
podría decirse que es la electricidad; animalizada, vitalizada, propulsiva,
cuyo poder magnético produce efectos tan extraordinarios sobre los
misteriosos resortes del organismo humano, que parecen tener algo de mágico,
máxime que los científicos no han podido explicar aún muchas de sus causas. Un principio aprovechado desde hace más de doce mil
años, fecha en que según los historiadores, evolucionó el ser humano al
establecerse en las márgenes de los ríos, lagos y lagunas y constituirse en
sociedad. Establecieron un ciclo que podría resumirse de la siguiente manera:
En primavera se prepara la tierra y se siembra para que reciba el agua del
verano y germine. En otoño se cosecha y en invierno se procesa en alimento. A
los preparativos para recibir a cada estación, se les llama de Adviento, que
significa llegada. Por ello, es importante la observación de Merlín, en
el sentido de que los Grandes Maestros Iniciados señalan que el Adviento del
fin de año, que también se le conoce como la llegada del Anciano de los
Tiempos, representa a la energía como el poder de la fuerza que trae el
cambio, provoca el movimiento de cosas que deseamos que se vayan y otras que
esperamos con profundo anhelo. Nace la esperanza de transmutar el mal del
pasado reciente por el bien del futuro inmediato. Dicho de otra forma: El reconocimiento de las
energías externa y su proyección a las internas del ser humano, en una
correlación directa para encontrar el justo medio del equilibrio y la
templanza al reconciliar la energía interna con las del entorno. Una acción
que heredamos inconscientemente de nuestros padres y al colocar los adornos
navideños para celebrar la Navidad y el Año nuevo, olvidamos las razones de
fondo y las reducimos a la
superficialidad de los festejos, inducidos por la sociedad de consumo. Sin embargo, ya no somos los mismos de ayer y
observemos que se terminan doce meses de vida agitada y cansada por la
insatisfacción de planes inconclusos o fallidos y al iniciar el año nuevo,
planteamos objetivos nuevos y confirmamos ciertos principios. Y si hemos
reconocido la potestad de vida de la Tierra, se puede entonces, aprovechar su
fuerza magnética y obligar a cerrar el paso a las fuerzas negativas que se
interpusieron para evitar que cumpliésemos nuestras metas. Debemos sostener,
al mismo tiempo, las energías positivas
e identificarlas con las recién llegadas. El misterio se devela: Se acomodan tres manzanas en
una palangana de vidrio con agua y se mezclan nueve gotas de amoniaco con
tres gotas de aceite de benjuí. El primer día de diciembre los colocamos en
la ventana orientada al Sur de la Casa, no como una ofrenda a los dioses de
cualquier nivel o doctrina, sino con el conocimiento pleno del poder
magnético de las manzanas para limpiar y expulsar las influencias negativas
que se sufrieron en ese año. Los abuelos acostumbraban a tener dispuestas
tres manzanas en el centro de la casa, para que sirvieran de protección y
cambiarlas periódicamente en el año. Para ayudar a la entrada de las fuerzas positivas
del año nuevo, con listón rojo se amarran tres nueces, siete ramas de
muérdago con una campana. Se conjuga la energía y vibraciones de los
elementos para atraer a las fuerzas positivas como serían: La inteligencia,
la sabiduría, la armonía y el amor. Es suficiente un ramillete ubicado en
cada uno de los cuatro puntos cardinales de la casa. Es decir, cuatro ramos. El mayor gozo es la unidad familiar. Todos deben
participar en la conformación de una corona de pino con todo y sus bayas. Se
tejen las ramas con dos listones, uno morado y otro plateado. La
circunferencia debe medir aproximadamente 33 centímetros de diámetro y se
coloca en una charola al centro de la mesa. Fija la corona, se distribuyen nueve compartimentos
iguales y el central más amplio. En cada compartimento se colocan, por
separado: Trigo, arroz, lentejas, frijol, sal, azúcar, canela, vainilla, mostaza
y al centro, tres manzanas rojas y una amarilla con un cuarzo rosa y una
moneda de cobre por cada miembro de la familia. Alrededor de la corona se ubican cuatro velas en
cada punto cardinal. La del Norte será verde, que es la fuerza de la
voluntad, la del Sur será violeta
para la fuerza del cambio, roja será la del Occidente para abrir los
caminos y al Oriente una vela amarilla para solicitar la bendición de Dios
Padre. El primer domingo de diciembre se enciende la vela
violeta y se recita una oración antes de ingerir la comida y se apaga al
concluir. El segundo domingo se repite la operación sumando le vela roja. El
tercer domingo se realiza la oración añadiendo la verde. La cena del 24 de
diciembre se acompaña de las tres velas cuidando de apagarlas al terminar. El
último domingo de diciembre la comida es acompañada ya, por las cuatro velas. En la cena de fin de año, se encienden las cuatro
candelas y se dejan consumir en su totalidad. I.-
El Mandala de Saturno
III.- La Simiente de la Vida Página
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