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Tomo I
Capítulo Primero
Por Mario Luis Altuzar Suárez
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El Mandala de Saturno Siempre estuvo allí. A tiempo. Listo para enfrentar a los
dragones y maleficios. Merlín disponía del conjuro oportuno a la metamorfosis
o el elixir para servir al caballero que defendía el bien y la libertad de
los pueblos. El Rey Arturo disfrutaba del conocimiento protector del Mago. Ha
llegado la hora de escarbar en esas enseñanzas ocultas y entregarlas al
Hombre de la Décima Segunda Raza que deberá religarse con el Poder del Origen
de su Padre Creador, como está escrito desde el Principio de los Tiempos en
el Libro de la Vida. Es así que en las páginas del alquimista,
quedó asentado que su poder mágico inicia en el reencuentro interior de la
fe. Un principio activo y tan fuerte que se usa en química para identificar
al hierro aunque los teólogos dogmatizan su fuerza real, ya que al mismo
tiempo de ubicarla como la primera de las tres Virtudes intentan manipular su
verdadera profundidad y reducirla únicamente al principio de creer las cosas
que no siempre están de acuerdo con la naturaleza ni con la razón, y así,
justificar las contradicciones en que han incurrido para ajustar su actividad
a los intereses políticos, sin que tengan la preocupación de responder las
preguntas o dudas razonables. Creer, empero, es suponer o dar por
cierta una situación determinada o un hecho que se desconoce, por lo que
puede afirmarse que es el sustento de la ignorancia si consideramos que el
hombre crédulo por lo regular no es más que un pobre desgraciado que depende
de cualquiera que no tenga piedad para aprovecharse de un ser indefenso. La Fe, en cambio, es el acto de
comprender lo que viene del ánimo y de la consciencia. Se requiere entonces
del conocimiento de las potestades del Alma para unificarlas al conocimiento
del Espíritu y descubrir que tenemos las virtudes propias para actuar con
determinación en nuestra vida diaria. Por ello, Merlín encontró que la fuerza
de la Fe es una Energía, que hoy entenderíamos como atómica, ya que al
desencadenarla con la forma de nuestros pensamientos, su radiaciones las
proyectamos hacia un objetivo determinado, para recibir los beneficios de su poder
de creación o para la transformación de una realidad. Cuantas veces oímos de los abuelos la
frase: “La fe mueve montañas”. Y tenían su explicación: La energía que se
genera por la fuerza de la fe la consideraban como un deseo profundo, tan
intenso que obliga a buscar fuerzas superiores para conseguir precipitar la
materialización del anhelo. A todo este proceso se le conoce con el nombre de Mandala. Los Grandes Maestros Iniciados saben
que el Mandala es en el Hombre un poder astral tan fuerte que no es exagerado
considerarlo como un Poder Divino por la potestad de Creación del Mandala
mismo y a la forma de pensamiento del ser humano como su agente conductor. No
es propiedad exclusiva de una minoría si aceptamos que pensamiento es la
capacidad de formar y combinar o comparar las ideas en la mente, entendida
ésta como una facultad del cerebro humano y con la certeza de que todos
tenemos un cerebro con este poder oculto y que hemos ignorado o subutilizado. Un poder que se puede controlar y
dirigir cuando se avanza bajo la guía de la Enseñanza Esotérica o de una
Escuela Iniciática en la que usualmente, se representa geométricamente al
Mandala en un cuadro dividido al interior en muchos cuadros más pequeños,
hasta alcanzar un solo punto y que es nada menos que el símbolo de la Esencia
Divina del Universo depositada en nosotros. Aquí, nos podría sorprender el temor.
Las tradiciones sociales y religiosas han tendido un manto de misterio
maléfico sobre las Ciencias Ocultas. Podemos despojarnos de esa cubierta que
venda los ojos del entendimiento, si entendemos claramente el adjetivo
esotérico, cuya raíz griega, esóterikos, quiere decir simplemente: interior,
y que fue interpretado por los viejos sabios como el conocimiento que legó
Dios en su infinito amor a sus hijos desde el Principio de los Tiempos. Por ello, a través de los siglos, el
hombre ha llevado el uso de los Mandalas de los elementos (agua, tierra,
fuego y aire), a su servicio. Empero, el filólogo y arqueólogo francés,
Salomón Reinach, contribuyó en 1903 a sembrar la desconfianza y la confusión
sobre el trabajo de los antiguos sabios y en su Orfeo consideró que hace más
de diez mil años los hombres temerosos le atribuían a cada elemento o cosa la
capacidad de tener un ánima que les movía para denominar esa etapa de la
humanidad como Animismo, aunque se cuida de aceptar que sirvió como un gran
salto en la evolución de la humanidad que, posteriormente se encajonó como
Hechicería esta actividad que se negó a morir. Los griegos que recogieron las
traducciones de las tradiciones y cultos secretos de los egipcios,
descubrieron que cada Elemento tiene una fuerza propia y natural que la
dejaron asentada como propiedad atómica, y que está presente desde la
Creación de los Universos. Hoy se sabe que cada átomo está dividido en
protones, neutrones y neutrinos que están en movimiento constante y que
generan energía pero que los Antiguos Sabios aprendieron a identificar y las
usaron para llevar a cabo los conjuros e invocaciones y en el plano material,
a elaborar elíxires que eran producto de un conocimiento propiedad de los
alquimistas y en el presente cambió la forma más no el fondo ya que son
patente de la medicina moderna. La energía que genera cada Elemento,
tiene propiedades específicas que, bien canalizadas, ayuda a la armonización
física (sanación) como astral (paz y comprensión del alma y del espíritu),
sin la necesidad de patentes que sirven únicamente para proteger los
intereses económicos y políticos de las transnacionales en su afán de
controlar el mundo en el Tercer Milenio. Puede mencionarse la herbolaria
medicinal de los Meshicas, celosamente guardada en la biblioteca del Vaticano
para ocultar su grandeza y que se antoja pensar, podría superar los
mecanismos de transformación tecnológica en los grandes laboratorios
transnacionales. El modelo de consumo se protege al inducir la falsa creencia
de que las yerbas son utilizadas por los ignorantes y la medicina de patente
es el tributo al desarrollo y evolución técnico-científica de la sociedad
industrial, que en el fondo, encubre una organización segregacionista con
base en el poder económico. Y así como en la Edad Media se
persiguió a los hombres que estudiaban el movimiento del Universo para romper
el dogma religioso de que la tierra era el centro del universo, hoy se
adjudica a la ciencia el derecho de estudiar las fuerzas astrales y su
relación con la tierra, despojando a los seres humanos de su derecho a
conocer y utilizar esas energías cósmicas en su beneficio y que, por ejemplo,
dieron origen a la agricultura para alimentarse. Hay, entonces, una clara y manifiesta
tendencia para distorsionar el Origen Divino de la vida en general y del
hombre en particular. Y se desvía la atención en leyendas antiguas y
recogidas por los Griegos o Romanos que se consideraron Paganos cuando
Constantino el Grande elevó a religión oficial al Catolicismo en el Concilio
de Nicea. Y así se estableció, por ejemplo, que
a Saturno le corresponde el poder oculto de las invocaciones esotéricas, que
le atribuyen propiedades maléficas, basadas las imposiciones sofistas en el
drama grecolatino del parricidio y su miedo a la venganza de sus hijos. Para
cambiar el destino, el padre devoraba a los recién nacidos y se infiere, entonces,
que exige tributo a los seguidores de las Ciencias Ocultas por medio de
sacrificios humanos. El filósofo católico San Alberto Magno
sentenciaba en el Siglo XIII de nuestra era: “Saturno, el más elevado, más
obscuro, pesado y lento de todos los planetas, hace que aquel que nace bajo
su dominio tenga el cuerpo de color oscuro, de cabellos negros y gruesos, la
cabeza grande y barbuda, pequeño el estómago. En lo que se refiere a su alma,
es un hombre malvado, pérfido,
traidor, colérico, melancólico y de mala vida; es amante de la inmundicia y
le complace tener hábitos perversos". Una actividad satánica y difícilmente
atribuible a los alquimistas o Iniciados de los Grandes Templos de Luz que
conocían la segunda parte de la historia griega: Habiendo sido destronado por
su hijo Júpiter, Saturno se instaló
en el Lacio, región de Italia entre Toscana y Campañía, en donde floreció la
paz y la armonía y enseñó a los hombres la agricultura. Es decir, que
contribuyó a la evolución de los hombres y el cambio de su sistema de vida
nómada al sedentarismo. Sin embargo, fue difícil sacudirse la
manipulación que organizó el astrónomo cristiano, Claudio Ptolomeo para
ajustar y desvirtuar las enseñanzas que adquirió de los egipcios en el siglo
II de nuestra era y plasmó en su Geografía que dominó 15 siglos en la
concepción de la tierra como centro fijo en el cual giraban los demás
planetas, incluido el sol, en donde las tradiciones egipcias se mostraban con
propiedades maléficas. En realidad, Saturno que ocupa el
sexto lugar en el sistema solar, rodeado de un enigmático anillo con tres
zonas diferentes de densidad y orgulloso de sus diez satélites, representa la
fuerza de la voluntad del hombre para superar sus miedos y buscar el sendero
de la luz y la creación. Los romanos le bautizaron con el nombre de Cronos
mientras que es el Osiris de los egipcios y los herederos del conocimiento
antiguo lo sicretisaron en uno de los Doce Apóstoles, San Judas Tadeo por su
inmensa sabiduría y capacidad de resolver los problemas difíciles. Marte se le considera el planeta
guerrero, ya que los griegos decían que era hijo de Júpiter y de Juno, pero
los latinos sostenían que solamente era hijo de la diosa ya que se dice: Un
día se fue a pasear por los floridos campos de Olena, en donde por consejo de
Flora, cogió una flor desconocida, y habiendo aspirado por su dulce perfume,
concibió y dio a luz al terrible dios del combate. Para los romanos, era el padre de
Rómulo, quien con su hermano Remo, fueron los fundadores de Roma en el año
753 antes de nuestra era, para explicar así, su política guerrera y de
expansión de su imperio. Al legalizarse el catolicismo, para conciliar los
principios paganos con la nueva doctrina, el planeta simboliza a San Miguel
Arcángel, que con su Espada Encendida, expulsó a Adán y Eva del Paraíso,
después de haberse cometido el pecado original. Mercurio es el nombre que le dieron
los romanos a Hermes Trimegisto, cuyo nombre significa El Mensajero de Dios,
adoptado por los primeros católicos como el Santo Niño de Atocha, para
atribuirle propiedades milagrosas y ajustar los principios antiguos que le
daban propiedades de emisario por su cercanía al sol. Urano es Atrella y mejor conocido con
el nombre de Jesús. Y para solicitar una gracia de su
parte, se les reza bajo los principios politeístas que desconfían de la
Potestad de un Dios único y verdadero. Se pude decir que se aplica en ese
momento, el Mandala de la Oración. También ejercemos el Mandala de Petición
ante los seres divinos como a los gobernantes poseedores del Mandala de la
Sabiduría, como lo demostró el Rey Salomón. Es decir, que todos los seres humanos
tenemos en el interior, uno o varios Mandalas, esos poderes ocultos que
podemos aplicar para mejorar nuestras vidas, si logramos reencontrarlos. Se deben derribar los sofismas que le adjudican estos
poderes a los Elegidos. Podemos empezar por repetir en cada momento de
nuestra vida: Mi fuerza física, unida a mi fuerza espiritual, en unión con el
Cosmos Divino, Dios conmigo. Recibiremos un rayo de luz que
materializará el gusto de estar vivos y dispuestos para armonizarnos con el
amor, la templanza, la sabiduría, la filantropía, la humildad, la dignidad
para defender nuestro espacio vital y el respeto al derecho de los demás. Página
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