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Tomo I
Capítulo Segundo
Por Mario Luis Altuzar Suárez
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¿Quiénes son los Elegidos de Dios? “¿Quiénes son los Elegidos de
Dios?” Pregunta Merlín a sus condiscípulos reunidos en la ribera del Támesis.
El silencio abre paso a otra interrogante: “¿Cómo se hace la elección?”
Descartan que sea por razas o nacionalidades, ya que los adeptos son asiáticos,
europeos y de diferentes clases sociales. Las interrogantes surgen
atropelladamente: ¿Qué es ser un Elegido? ¿En qué se basan para evaluar a un
aspirante? ¿Quién dice cómo elegir? ¿Cómo sustentan una decisión de tanta
importancia? Inquietudes que esperan dilucidar cuando llegue el Maestro
Iniciado Hebert, preparado en el Templo de la Luz de los Esenios. Mientras tanto, el indogermánico
camina lentamente hacia el encuentro de sus adeptos. La ausencia de su mirada
es un síntoma claro de su profunda preocupación. La
Enseñanza entró en la fase de ampliar las percepciones de los sentidos aunque
es cierto que ya vibran y muestran disposición a los Principios Universales,
tangibles en el interior del cuerpo. Está preocupado por uno de los
adeptos: Amir, un adolescente nacido en el Reino de Gales de padres árabes.
La familia del postulante se muestra orgullosa de su tradición religiosa,
heredera de los conceptos dogmáticos en donde la mentalidad se somete a los
mandatos litúrgicos negando la libre voluntad del Espíritu. “El dogma, piensa Hebert, es el
Misterio del Hombre que le encierra. Al no querer verse asimismo en la
grandeza de la Creación y el conocimiento encuentra una posición confortable
sin exigirse el mínimo esfuerzo de evolución interna. Se fomenta así, la
irresponsabilidad de los propios actos. Y si Dios legó al Hombre el
razonamiento, no puede negarse entonces, a la comprensión de la Divinidad
depositada en él para conducir su Libre Albedrío y Fuerza de Voluntad, a la
comprensión de la Esencia Bendita del Creador de los Universos”. Amir es un adepto con muchas
virtudes para alcanzar la Iniciación. Pero sus facultades se limitan por la
distorsión de los conceptos del ritual de sus ancestros. La historia es clara. Cuando
Hermes Trimegisto llegó a Egipto, entregó las matemáticas, la medicina, la
música, la astrología, la agricultura, entre otros beneficios para impulsar
la evolución social con el objetivo de la igualdad entre los hombres. El
faraón Ramsés le tuvo miedo y al morir, Seti I heredó los temores y consagró
al Mensajero del Creador de los Universos, como un Dios y creó una religión
que sembró la confusión y sumergió en la ignorancia y el fanatismo a sus
gobernados. Es decir, que los despojó de sus
legítimos derechos de tener acceso al conocimiento de los Augustos Misterios
del Universo, al mismo tiempo que se adjudicó una mediación divina y la
posesión de los secretos para acumular y acrecentar su poder. Para consolidarse en el trono, el
Faraón impuso el dogma de fe y persiguió a los discípulos de Hermes acusados
de blasfemia y herejía. Tal vez no fue el primero, pero Seti I es el
antecedente remoto del ejemplo de usar a la religión para sostener el control
sobre la población. Transformar el Principio del Dios Vivo por un concepto
con atribuciones pasionales de un Dios castigador y selectivo. Los Iniciados, al igual que
Hermes Trimegisto, no son ritualistas, sectarios o religiosos. Tampoco
admiten el tributo canonizador. Son Espíritu y Voluntad que respetan las Leyes
Universales y la adoración de un solo Dios verdadero. Forjados en rígidos
ayunos, maratónicas caminatas, meditaciones profundas para fortalecer el
cuerpo y vencer las tentaciones de la carne. Templados en la Tolerancia y la
Comprensión. De igual manera, los Iniciados
saben que deben descubrir la Fuerza del Espíritu para reencontrarse con los
principios divinos. Todos los seres humanos pueden alcanzarlo cuando el
conocimiento conduce a la humildad de la sabiduría y la voluntad de aceptar,
en plena consciencia, que el Espíritu no es otra cosa que el Divino Contacto
con el Padre Creador de los Universos. Sin embargo, el Maestro Hebert
entiende que uno de sus mejores aspirantes a la Iniciación, Amir, corre el
riesgo de renunciar al reencuentro de su naturaleza como Hijo de Dios. En su
ritual religioso se considera un pecado el que uno de sus adeptos quisiera
avanzar en el conocimiento y buscar conjugarlo con el Poder Divino. Religiones y sectas han
sustentado su hegemonía en el concepto del pecado. Se impone como una
lindante sojuzgadora del Libre Albedrío que recibieron los seres humanos de
su Padre Creador. Un dogma utilizado en la ambición de poder de las minorías
dominantes, sin la menor preocupación de transgredir las Leyes Universales. Bajo el estigma del Pecado
Original se impone el sofisma del castigo expiatorio en el tiempo y en el
espacio de la superficialidad corporal. Se ensucia así, el Poder de Vida de
la procreación y preservación de la especie y, al mismo tiempo, se anula el
Mandato Divino de la evolución del alma y su encuentro con el Espíritu. Con la práctica de la segregación
del hombre hacia la mujer, se amplió a los estratos sociales. El concepto del
pecado original es contrario, entonces, al principio de igualdad de la Ley
Universal, porque en un principio, hombre y mujer fueron creados en la
perfección del amor, fuerza primaria del equilibrio del Cosmos. Amir puede ser castigado, hasta
con la muerte, tan solo por incumplir el ritual de sus ancestros que rechaza
la idea de su libre voluntad. "La Enseñanza del Iniciado busca la Verdad
y al encontrarla en el Creador de los Universos debe hacerla vida dentro de
su ser", reflexiona el Maestro Hebert. Se acerca al grupo de jóvenes y
escucha: “Maestro, ¿cómo saber cuando uno es Elegido de Dios?” Los mira con
profundo amor y pregunta: “Díganme, hermanos, ¿quién de ustedes ha sido
obligado para estar aquí?” Se miran unos a otros y en coro responden: “Nadie.
Todos vinimos por nuestra libre y espontánea voluntad”. El Iniciado añade:
“Díganme, entonces, ¿en qué momento se han visto limitados en su libertad por
estar en la Enseñanza?” Contestan con entusiasmo: “¡Jamás! Querido Maestro”. Prosigue el indogermánico:
“Díganme, ¿alguno de ustedes ha perdido algo valioso o han renunciado a la
convivencia con algún familiar?" Los adeptos niegan con firmeza. Hebert
señala: “Entonces, hermanos, ¡los Elegidos son aquellos que se entregan de
verdad, por libre albedrío! ¡Los que desean ser libres y anhelan caminar por
el sendero de la Luz, del conocimiento y en el descubrimiento de los orígenes
de la vida!” Enuncia: “Aquel que no es
temerario irreflexivo, sino paciente. El que no es intolerante sino
comprensivo. Aquel que no es dadivoso sino entregado. Ese, hermanos, ¡es el
Elegido de Dios! Son libres de rituales, de sectas y de dogmas. Tienen el
conocimiento de la vida y los Misterios para él no existen”. Además: “Saben respetar y se
entregan haciendo vida cada uno de los símbolos que marcan el sendero de la
Luz. ¡Esos son los Hijos de Dios! El ritual y el dogma limitan al Iniciado si
quiere realmente llegar al conocimiento de la verdad del origen y del Amor
Divino”. El indogermánico aclara que los
Elegidos de Dios no se encuentran en una religión común o en una raza. Muchos
son los caminos para llegar al Creador pero, para uno solamente existe el
propio camino, en donde se permite la manifestación del Poder del Espíritu en
el razonamiento del conocimiento, adquiriendo la libertad del alma, de las
emociones, enalteciéndola por las virtudes y dándoles vida con los actos en
el poder y el gobierno de su propia mente, en el poder y gobierno de su
propio cuerpo para armonizarse con el mundo y con el Universo. “¡Esos son los Elegidos de Dios!”
Concluye y cada uno de los jóvenes se queda pensativo, auto analizándose a sí
mismos, con la pregunta interna: “¿Acaso seré yo un Elegido? ¿Por qué no?” IV.- El Fuego Eterno y su Poder de Vida VI.-
La Revelación del Poder del Origen Página
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