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Tomo I
Capítulo Segundo
Por Mario Luis Altuzar Suárez
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Los Centros de Poder
energéticos del hombre Preocupado, el Maestro Iniciado
Hebert repasa las virtudes y vicios de Merlín. ¡Llegó el tiempo en que debe
entregar su Enseñanza a un sucesor! Se pregunta: “¿Estará el aprendiz lo
suficientemente preparado?” Los augustos misterios del Universo, la naturaleza
y la desintegración-integración de fuerzas pueden perder a un aspirante
apresurado. En su corazón habita un
sentimiento encontrado. Siente orgullo y al mismo tiempo, temor. Desde que
adoptó a Merlín, en los primeros meses de vida, descubrió en él dotes
naturales como la videncia, que le permitían estar cerca del Rey Arturo.
Pero, ¡tiene un carácter arrebatado y prisa por adquirir el conocimiento! Maestro y discípulo son tan
diferentes. Escarba en su pasado para encontrar la experiencia que le
aconseje en este momento trascendental. Recuerda su peregrinar por Oriente,
superando la frustración y reafirmando su determinación de ingresar a una
Escuela Iniciatica. ¡Que difícil fue conseguir su aceptación! La selección
era excesivamente rígida, según la visión del recién llegado. “El esfuerzo valora los
objetivos”, reflexiona al rememorar con satisfacción su ingreso en el Templo
de Luz de los Esenios, de donde egresaron Krishna, considerado como la Octava
Encarnación de Visnú, el conservador del mundo, y Zoroastro, reformador de la
religión persa. Bajo la conducción rígida y
amorosa de los Vedas, se disciplinó en el estudio de los Cuatro libros
Sagrados portadores de las revelaciones de Brahma, el Supremo Creador de los
Dioses y de la Vida, según la interpretación de los profanos. Recitar los himnos y oraciones como
fórmulas de consagración y de expiación, era insuficiente para los
aprendices. Los Maestros evaluaban el avance
de los aspirantes. Llegado el momento se les sometía a severos regímenes
alimenticios basándose en semilla, miel y agua, como un principio de
renunciación a los placeres de la carne. Templar la Fuerza de la Voluntad y
reconocer el dominio de la mente sobre el cuerpo, doblegó a muchos de sus
condiscípulos, ya que muchos son los llamados y pocos son los escogidos. El premio que aguardaba a los
graduados en esa primera etapa de preparación, era el Conocimiento. Con el ayuno se debilita al
físico, lo que disminuye el flujo sanguíneo y, por lo mismo, la oxigenación
del cerebro para excitar las neuronas y facilitar la sensibilidad al éter del
entorno corporal. Dominado este principio, se
entrega el siguiente Misterio. Consiste en identificar el mecanismo de
respiración adecuado a cada candidato, para convertir el oxígeno sanguíneo en
un estimulante natural que conducirá a la apertura de los canales internos de
energía. Hebert sonríe complacido:
“Conocer los poderosos campos de energía corporales no era una labor
sencilla. Teníamos que descubrirlos y ubicarlos a través del mismo movimiento
energético. La clave secreta estaba tan cerca que no le veía. ¡El silencio
dispuesto a entregarnos su sabiduría!” Un tiempo signado por el
sufrimiento causado por su soberbia. Creía ilusamente que sus lecturas
teóricas le facilitarían el trabajo interno. Sabía que en el cuerpo existen
chacras, una palabra de origen sánscrito que significa rueda, y que no son
otra cosa que los puntos de conexión por los cuales fluye la energía de uno a
otro vehículo o cuerpos del hombre, ya que se acepta que existen dos cuerpos:
El físico y el astral. Con base en la Doctrina Secreta,
Hebert ubica doce Centros de Energía: La Raíz, entre la segunda y la tercera
vértebra del cóccix; Sacro; el Baso; el Plexo Solar; el Corazón; el Timo; la
Tiroides; el Cerebelo; el Bulbo Raquídeo; el Hipotálamo; la Pituitaria y la
Plineal o Corona. “¡Que doloroso fue en el
principio, mover los centros sutiles a un mayor campo electromagnético
interno que al producir la energía alcanza los umbrales de la resistencia
física!” Sin encontrar mayores explicaciones por parte de los Maestros
Iniciados: “¡Que sabios eran al guardar con celo la información que cada uno
debería encontrar por sí mismo!” Ya se había comprobado que al
entregar los Augustos Misterios sin el menor esfuerzo individual de los
candidatos, conllevaba a que no supieran valorar la información y fácilmente
la perdían por la vanidad de creer que tenían el dominio de la fuerza
interna, simplemente por saber de su existencia. “Lo que fácil se recibe,
fácil se pierde”, razona Hebert. Uno de los principales tormentos
que enfrentó, fue al principio. Cuando identifica la chacra de la Raíz: El
movimiento circular de la energía se refleja en los genitales,
principalmente, ya que al acumularse provoca excitación sexual, lo que deberían
dominar para aprender a canalizarla y llegar a la Primera Casa de la
Enseñanza. “¡Cuantos renunciaron en esta
etapa! Se desviaron a la satisfacción inmediata de la carne. Fueron
doblegados por los bajos instintos. ¡Que lástima! Se negaron a tocar el velo
de los Vedas, los Grandes Maestros Iniciados que nos ofrecieron probar el
éxtasis divino del contacto con nuestro Espíritu”, razona. Al que logra poner en marcha el
giro de la Rueda de la Ley, activa la Carroza Real de un imperio Universal de
la Verdad y Rectitud. En otras palabras, el hombre es un alma y posee varios
cuerpos: Además del visible en que se mueve en la tierra tiene el emocional,
el mental y el espiritual. Se conectan por medio de los Centros de Poder de
Energía. Una comunión que despierta al Hijo de Dios. El tiempo había llegado. Hebert
sabía que lo avanzado de su edad le exigía entregar la Enseñanza recibida, a
cualquiera de sus principiantes. Merlín ocupa un lugar importante en su
corazón. Desde que llegó a Gales en las migraciones indogermánicas, disfrutó
de una posición confortable, como correspondía a un Iniciado que difunde la
Palabra sagrada por el mundo. A los pocos años, encontró a un
niño huérfano por la vorágine de los hombres ambiciosos de grandes
extensiones de tierras. Lo adoptó y descubrió en el pequeño, dotes naturales
para desdoblarse, materializar entidades y la videncia. Agil en el
aprendizaje y con facilidad para relacionarse. A temprana edad fue nombrado
Consejero del Rey Arturo. Un honor que se convirtió en un problema porque le
envaneció y sentía que estaba preparado para caminar con los Vedas. “Los
dones naturales no implican necesariamente que sea un Elegido. La elección
está dentro de cada uno, para escogerse a sí mismo para recorrer el sendero
que conduce a la Luz”, repetía el Maestro Hebert. Buscar la manifestación divina,
es transitar por un estrecho camino envuelto en las tentaciones. Lo compara
el Iniciado con vivir al filo de la navaja, ya que adquiere el poder de
construir así como de destruir. Por ello, ¡son tan pocos los que llegan! A
veces, sólo uno lo consigue. “Se necesita mucho valor y
templanza, ya que dentro de esta Enseñanza el miedo y los egos son los
principales enemigos a los que se expondrá el aspirante, para lograr dar el
primer paso”, reflexiona el Maestro al interrogarse: “¿Estará preparado
Merlín, el único avanzado, para recibir los Augustos Misterios del Universo,
la naturaleza, la desintegración-integración de las fuerzas?” X.- La 4ª Dimensión Vive de Incautos II.-La
Iniciación Esenia de Hebert Página
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