Del Archivo

de Merlín

 


Por Mario Luis ALTUZAR SUAREZ

* La maldad enfrenta al Mago Merlín

* El Iniciado en busca del Archivo Universal

Los jóvenes adeptos se encuentran en el bosque. Buscan los mejores leños para poder resistir el próximo invierno que ya dio sus primeros avisos con las tempranas nevadas. Con alegría, todos se afanan en sus tareas que saben, dará sus frutos en la calefacción de sus habitaciones.

Merlín, al igual que los Hermanos Mayores, están unidos en la tarea, lo que hace una convivencia muy familiar.

A lo lejos, se observa a un par de viajeros que se aproximan hacia ellos. Uno de los jóvenes da el aviso a los demás hermanos que se encuentran distraídos en sus tareas. ¡Es poco común que haya gente por esos rumbos! Una zona aislada por lo alto de los montes Cámbricos. Intuyen que los recién llegados van en busca del gran Mago.

Merlín levanta la cabeza y mira a los viajeros. Reconoce que uno de ellos es un Caballero por su rica vestimenta: "Algo grave debe de estar pasando para que venga a verme uno de ellos", piensa el Iniciado al momento de que se apresura al encuentro de los jinetes.

Alza las manos y las mueves vigorosamente y recibe un saludo de respuesta. El anciano le expresa a su acompañante: "¡Mire, mi Lord! ¡Ya nos han divisado! Y parece que les da gusto vernos" Conforme se van acercando, se percatan de que es el mismo Merlín el que les espera con cierta ansiedad.

Cuando están reunidos, Sir Williams desmonta y con efusividad abraza al Consejero Real: "¡Querido hermano!", le dice Merlín al Caballero: " Es un momento de alegría al recibiros por esta tierra lejana en donde solamente los animales del bosque se acercan". La respuesta es inmediata: "¡Sabe Dios que estoy aquí para llevaros al reino, ya que nuestro querido Rey Arturo cayó enfermo inexplicablemente sin que le vean remedio!"

Añade: "Yo sé muy bien que esto no es por un mal del corazón, sino porque hay malos conjuros de sus enemigos que buscan destruirle a toda costa".

El anciano que se encuentra presente, tercia en la conversación con cierta timidez: "¡Sí! Es cierto que existen conjuros malignos. ¡Yo vi como sucedió todo! Y aun tiemblo al recordarlo". Merlín observa al viejo y con recelo le pregunta: "¿Y tú, cómo es que lo has visto? Será acaso que eres un espía y has engañado al Lord con facilidad para embaucarnos".

Espantado, el anciano le contesta: "¡No! ¡No! ¿Acaso no me recuerda, Merlín? Yo vivo en la aldea, a las orillas y vos has ido a curarme". El Mago le observa con detenimiento y al reconocerle le saluda: "¡Así que eres Conrad! Seguramente estuviste bebiendo y alucinando". El interlocutor lo niega: "¡No! Ya no bebo, desde que me cayó el mal, pero yo puedo decir lo que vi el día del festejo del Gahor".

El Consejero Real se interesa: "¿Qué paso? ¡Es solo un festejo de invierno!" Es interrumpido por el anciano que desconocía como había llegado Marcia al pueblo y con la voz temblorosa que dice: "Yo vi como esa mujer diabólica hizo conjuros en medio del pueblo y como todos quedaron hechizados, buscando en sus intensiones desunir al reino. Habló en contra del Rey y muchos le escucharon, otros, espantados se veían paralizados y una neblina diferente a la de costumbre, tenebrosa, de mal presagio, apareció de pronto".

Lord Williams que escucha la narración, afirma: "Ese mismo día fue cuando cayó enfermo el Rey y los médicos reales no pudieron determinar las causas. Coincide el tiempo con la narración de este viejo, cuando su Majestad pierde el sentido".

Merlín toma todo con calma y les invita a ir a la posada de su pequeño monasterio. Han preparado ya un recibir para los viajeros. Una vez que llegan al lugar, son atendidos por los adeptos de reciente ingreso. Los Hermanos Mayores se suman a su Guía y acompañantes.

El Mago les empieza a cuestionar: "¿Cómo es esa mujer diabólica? ¿Cuándo llegó ahí? ¿Por qué le permitieron guiar la ceremonia, siendo tan celosos los aldeanos?" Conrad le responde: "Es una mujer joven, pero de una hermosura satánica. Sus ojos profundos y llenos de odio. Con vestido blanco, capa roja. Su cabello rubio, bien peinado. Y en la frente, ¡oh!, ¡En la frente, la marca de unos signos desconocidos!"

Con enfado, Merlín le indica que la explicación nada le dice. Para que ella haya sido aceptada entre los aldeanos, tuvo que haber hecho algo más para ganar la confianza de los integrantes del pueblo. Les pide que descansen para partir al día siguiente: "Desconozco por ahora lo que pudiera ser. Lo mismo puede significar una fuerza mayor y que ya penetró en el reino y es necesario que acuda pronto, como puede ser otra cosa. Prepararé mis cosas para estar listos en la mañana".

Al amanecer, los viajeros están dispuestos a partir con destino a la Aldea, como primer escala. Los hermanos les despiden con ánimo y reserva de lo que pudiera sucederle a su Maestro. Caminan todo el día y entrada la noche, buscan un lugar seguro para acampar y poder descansar.

Mientras duerme, Merlín tiene una revelación: Llega a sus oídos una voz tenebrosa que le dice que "conocerás de mi poder, en toda su fuerza. No me interesa ninguno de los miembros del reino. Quien me interesa eres tú. Y si no me obedeces sufrirás junto con ellos". Sobresaltado, el Mago abre los ojos y mira a su alrededor. No hay nadie. ¡Todo está en calma! Se cubre de luz y nuevamente descansa.

Antes del amanecer, los viajeros despiertan y emprenden la marcha. Cuando se van acercando a la aldea, Merlín siente un frío intenso que hace que perciba la maldad. El rostro del Iniciado se muestra angustiado. El Caballero, al darse cuenta, pregunta: "¿Qué sucede? ¿Pasa algo, mi querido hermano? Te noto algo descompuesto".

Merlín le dice que percibe la maldad: "No es Gahor, ¡es la maldad!" Suspira profundo e invita a los demás a continuar la marcha rápidamente hacia el Castillo de Avalón para sentir cierta seguridad de que va preparado, toca su morral como retomando en su memoria a sus utensilios y arreos.

Cuando los sirvientes del castillo observan a Merlín, abren camino de inmediato para dejarle pasar hasta los aposentos reales. Sin más, se acerca a su Rey, toca su frente para confirmar que esté fresco pero su rostro, pálido y desencajado, con mirada vaga, le preocupa y al instante comienza a preparar un brebaje.

Las yerbas le darán fortaleza para resistir el hechizo y así, poder destruirlo. Sir Williams, que sigue a su lado, le pregunta: "¿Es de muerte?" Y Merlín le contesta que sí. El Caballero toma su espada y le ordena a Merlín: "¡Dime de inmediato a donde encuentro a esa mujer! ¡Tú debes de saberlo! ¡Por eso eres mago! ¡Tengo que encontrarla para atravesarla con el hierro de mi espada!"

El Consejero Real, de inmediato le tranquiliza: "Con la ira, alimentamos a las fuerzas obscuras al igual que con el llanto. ¡Es difícil para el Caballero, contenerse cuando ve a su hermano caído! Pero es también, en su virtud, la templanza. De esa manera venceremos".

Sir Williams reacciona y expresa: "¡Tienes razón, Merlín! La ira pierde a los sentidos y al razonamiento pero no dudes en ningún momento en avisarme cuando sea el instante preciso de desenvainar la espada y acudir en defensa de nuestro hermano".

Mientras tanto, Merlín comienza a preparar sus inciensos y veladoras para dar un ritual de liberación a su Rey. Sabe que de esta manera, golpeará a aquel que atacó desde la obscuridad y también podrá descubrirle, ya que solicitará la ayuda de los hermanos elementales.

De esa manera empieza con su trabajo. A los pocos segundos, observa que el Rey se retuerce en su cama y gime con dolor y en ocasiones como si estuviese poseso. Del fondo de la garganta de su Majestad, surge una voz gruesa y tenebrosa para decir: "Entrégate a mí, Merlín, y lo dejaré libre. Conmigo tendrás el poder y también la eternidad que tanto anhelas en tu búsqueda".

Prosigue: "Te he observado desde antes que partieras a las montañas. Y yo puedo darte ese poder que deseas y con tanto afán buscas. ¡También puedo darte amor sin tanta renunciación! Lo único que pido, es una cosa sencilla y que no te cuesta nada: ¡Déjame entrar a tu corazón por un solo instante! A cambio, encontrarás la inmortalidad y el poder".

Merlín le pregunta: "¿Cómo sabes que es eso lo que busco? ¿De qué manera puedo confiar en ti para dejarte entrar a mi corazón? Si en ti estuviera el darme, entonces, es que lo he encontrado, ¿por qué, entonces, me pides que te deje entrar? ¿Quién eres tú, que me ofrece amor al igual que mi Dios?"

De los ojos del Rey parece salir fuego. Con disgusto, la voz responde: "¡Te estoy dando la oportunidad de salvar a tu Rey! ¿No acaso tú hablas de entrega? ¡Entrégate! De lo contrario, todo lo que dices es falso. ¿No dices amar a tu Rey? ¡Él a mí no me interesa! Es a ti a quien quiero".

La maldad, esperando respuestas, se desespera y atormenta el cuerpo de su Majestad. Merlín, molesto, le ordena que lo suelte: "¡Suéltalo! ¡Y dime quien eres! Si en realidad fueras tan poderoso, no me estarías pidiendo permiso para poseerme. Mi Padre entra en mí sin que yo tenga que darle permiso, porque soy en él y él es en mí. ¡Te ordeno que lo sueltes!"

Suena una carcajada estrepitosa y sale del cuerpo del Rey, dejándolo exhausto y dormido. Esto se le hace a Merlín, sospechoso. Efectivamente no es al Rey al que quiere ni es un enemigo de su Majestad, ¿por qué, entonces, lo hizo venir al reino? ¿Qué es lo que realmente quiere?

Rompe sus cavilaciones al escuchar una voz amiga: "Merlín, que bueno que estás aquí. ¿Qué te hizo venir a visitarnos?" El Mago le pregunta: "¿No lo recuerda mi querido Rey? Estaba enfermo y es por eso que me encuentro aquí, pero por lo que veo, mi Rey ha sanado y eso llena de gozo a mi corazón".

Llama Merlín a la servidumbre para que atiendan al Monarca, para así, poder retirarse y analizar los acontecimientos. Pensativo, se retira: "¿Qué es esto? ¿Qué presencia se burla de mí? No logro comprenderlo. Iré a investigar sobre esa mujer".

De inmediato, va en busca de Conrad para que le lleve al lugar en donde vio que la mujer entraba. El anciano se siente importante. No es para menos. Muchos darían cualquier cosa para ir al lado del Consejero Real y poder servirle.

Llegan a la posada y el viejo levanta el brazo derecho y dirige el índice: "Ahí, Mago Merlín. Ahí vi que se metió". Los dos se dirigen al sitio y entran buscando quien les atienda. Una mujer madura con voz melosa y sin levantar la vista de sus labores, grita: "¿Qué se les ofrece? Pasen. En un momento estoy con ustedes. Hay sopa caliente".

El Mago le llama: "Ven aquí, buena mujer, que es en mi la prisa para que me informes de una joven que ha estado en tu posada". La señora abandona sus actividades y sale al recibir y se sorprende al ver al ilustre visitante: "¡Mago Merlín! Bienvenido sea a esta su casa. ¿En que puedo servirte!"

El Consejero repite: "Lo que escuchaste. Quiero saber lo de una joven que estuvo aquí, contigo". La mujer titubea ante la voz severa del Mago y responde: "¡Solamente estuvo esa noche! Al amanecer salió sin decir nada y no volví a verla. No sé más de ella. Nadie sabe más de ella. Algunos dicen que se mató, pero ¿cómo afirmarlo si no lo vi? ¡Es todo lo que sé! ¡En verdad que es todo!"

La mujer está espantada, ya que Marcia se decía ser discípula de Merlín y lo que imaginaba es que iba por ella. Ignorar en donde se encuentra la joven podría ser problemático para ella. El Mago era famoso por lo severo al grado que algunos le conocían como el Hombre de Piedra.

Lo que se le ocurre de momento a la posadera es comentarle lo poco que logró saber de la visitante: "Lo único que sé es que visitó a Lady Elizabeth". Al oír esto, Merlín no puede despedirse de la mujer que casi salió huyendo a las otras habitaciones. Se dispone, entonces, a buscar a la referencia mencionada.

El anciano sigue con el Consejero Real y se hace llamar ahora, acompañante de Merlín. Cuando llegan con Lady Elizabeth, es recibido por la servidumbre que piensan: "Ya viene a darle satisfacción a la señora por la buena atención que se le dio a su discípula". En la sala, la señora expresa: "¡Querido Merlín, que bueno es recibirle!"

Merlín, como todo un caballero, le saluda y de inmediato entra en el tema: "¿Qué sabe usted, de la joven que llegó al pueblo?" La dama se extraña: "¿Cómo? ¿Acaso soy víctima de alguna burla, mi querido Merlín? ¿Por qué me pregunta de su discípula? ¡Usted debe de saber más que yo!"

El Iniciado le niega que sea su discípula y le pide el nombre de la mujer: ¡Marcia! Y se inquieta: "¡Que es lo que pretende Marcia! ¡Es más allá de ella misma! Y tengo que descubrirlo. Para lograrlo tendré que entrar a los archivos del Universo". 


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