Del Archivo

de Merlín

 


Por Mario Luis ALTUZAR SUAREZ

* Los falsos sacerdotes se aprovechan de la inocencia

*La vigilia del hombre para descubrir a la maldad

Esta es una época en que la gente de la aldea acostumbra a hacer festejos a sus dioses. No tienen una religión fuerte ya que existe la influencia de diferentes creencias. Para ellos, el dios que predomina es el del Mar. Lo relacionan con todo los referente al agua.

Esta creencia del ártico es heredada por los antiguos y en la zona más alta, en donde los hielos del mar se manifiestan en gran abundancia, para ellos es una zona de terror. Siendo la temporada de nieve, rinden el culto para que así no les atormente con fiereza, haciéndole tributo con fiestas y sacrificios de algunos ciervos.

Marcia, que aun se encuentra en la aldea, haciéndoles creer que es discípula de Merlín, es tratada con bastante cortesía, ya que son muchos los favores que los aldeanos le deben al gran Mago. En esa noche, ella participa en la gran mesa que se ha colocado en plano central del lugar; colocaron antorchas para iluminar, hay bebida y alimento en abundancia.

Es un festejo especial que hacen a este dios, que es al mismo tiempo, tenebroso para ellos. No lo ven como un dios malo, sino como un dios de mucho poder y uno de esos poderes es que, se comía a la gente que se atrevía a ir a sus dominios por lo que jamás se volvía a saber de ellos, coincidiendo con temporales fuertes que les azotaban y lo relacionaban en que el Poderoso Dios se molestaba porque esos mortales intentaban acercarse a él. Eran, en sí, zonas prohibidas.

Así que todos los aldeanos se encuentran dispuestos a celebrar los festejos, dejan que el representante o comisionado de la aldea, haga el sacrificio del ciervo. No hay un ritual o una mística. ¡Es grotesco! Y con una profunda ignorancia.

Aprovechándose de esta situación, la joven expulsada del monasterio de Merlín, les hace preparar las cosas para darle una formalidad. Merlín, esto siempre lo había rechazado, los regañaba cada vez que hacían estos festejos en lo que lo más abundante era la cerveza y los embrutecía. ¡Nunca estuvo presente, aunque era siempre invitado! Buscaba estar ausente para evitar algún encuentro que le comprometiera.

Ellos creían que el Iniciado iba a hacer tributo en secreto y que no eran dignos del nivel en el que el mago se encontraba. Así que existía alguna molestia en algunos, otros lo justificaban de inmediato aunque no estuviesen apegados a la realidad.

Por ello, no miraron a mal las indicaciones de Marcia. Al contrario, se sintieron halagados por la joven. Les hizo dibujar un círculo con una estrella de cinco puntas, de tal manera que colocaran antorchas en cada una de las puntas. Al centro, el incienso. Una olla de cobre con agua hirviendo y una daga al lado del incensario.

Un momento especial representaba para los aldeanos las nuevas indicaciones, ya que no era un pueblo culto y que Merlín no le había dado mucha importancia a sus rituales, ya que matar un animal sin ningún tipo de culto, pues, los dejaba disfrutar de sus ideas. ¡Eran tan cerrados para escuchar a Merlín sobre el Dios que el mago le rendía pleitesía! Era, al mismo tiempo, una forma para ellos, de darle sentido a su vida.

Marcia se había vestido de blanco y con capa roja, a la luz de las antorchas luce maravillosamente, halaga a sus sentidos y goza ampliamente del momento. Mientras da los últimos toques a su atuendo antes de salir como si fuese una sacerdotisa, en el espejo aparece una señal: Es una V con una cruz sobre ella. Se pregunta sobresaltada: "¿Qué significa esto?"

Se tranquiliza y alimenta a su vanidad al considerar que es un obsequio de los dioses para ella. Así que procedió a dibujarlo en su frente con polvos de la India. En el momento en que realiza los trazos, ¡cae desmayada! En ese momento recibe un mensaje que retumba en su cerebro: "¡Tú, Marcia, eres mi Elegida para ser ahora el tormento de aquel que te humilló! ¡Levántate y continúa con nuestro ritual!"

En ese instante, se levanta sintiéndose diferente: Fría y desapareció la alegría y su mirada es profundamente obscura, marcadamente endurecida por las facciones. ¡El encanto de la joven ha desaparecido! Se para sobria y cuando por fin sale de la posada, los mira a todos con desprecio. Camina con garbo altanero y se ubica en el centro de la estrella.

Alza la cara y mira al horizonte. Empieza a hablar en un idioma desconocido para los aldeanos. Les causa mucho estremecimiento y miedo a los aldeanos que se han caracterizado por sus sentimientos sencillos y de corazón inocente dispuesto a creer en todo, mientras que en aquellos que sus malas acciones han sembrado la angustia y el dolor, sienten con la joven, una fuerza extraña y se despiertan las pasiones de lujuria y venganza.

El ambiente es tenebroso. La neblina se manifiesta y ella, con movimientos felinos y fiereza en los ojos enrojecidos, toma la daga y al ciervo que se encuentra aun vivo, atado con una estaca en el suelo al centro de la estrella, lo degolla sin piedad alguna. ¡Salpica con la sangre, su vestimenta blanca! Y de inmediato, con una fuerza extraordinaria, saca el corazón del animal y lo levanta sosteniéndolo con sus dos manos, para que todos lo observen.

Los temerosos, ¡se arrodillan y se hincan! Los demás, sienten una inyección de energía interna y alzan su mano derecha ¡cómo se aceptaran algo! Sin más, todos comienzan actuar como si estuviesen drogados e inician una danza frenética en torno de la estrella. Los cuerpos se convulsionan y las gargantas emiten sonidos guturales incomprensibles.

Todo está fuera de sí. Cuando la sacerdotisa baja las manos, todos se apaciguan y quedan en profundo silencio, en espera de órdenes, en espera de algo que no saben lo que pueda significar pero que presienten, puede cubrir su necesidad de proyectar su razón de ser, un ser desconocido.

La mujer avienta el corazón al incensario que desprende un olor raro. Pero todo esto, para los aldeanos ¡es maravilloso! Una experiencia única. La falsa sacerdotisa observa el momento para sembrar la confusión y dice: "¡Merlín les ha engañado! Y nunca les ha visto como hermanos. Es un falso mago, porque debería de haberles guiado con el dios para que no los castigara, así como yo, hoy los he guiado".

Mira el impacto de sus palabras en los rostros descompuestos y extasiados de sus oyentes y prosigue: "¡No tienen por que creerle! ¡El solo le rinde al Rey y deja que él viva en riqueza! Si realmente fuera un Elegido de dios, vería que todo se repartiera por igual".

Los aldeanos, al escuchar esto, afirman que es cierto. Merlín no tolera que hablen mal del Rey Arturo, y aquel que se atreve a hacerlo, le ha reprendido muy severamente. "Si fuera realmente amigo de nosotros, los pobres, con su poder, todos podríamos estar como el mismo Rey", dice un robusto y recio hombre de campo.

En sí, con estas palabras se olvidan de la justicia que impera entre ellos. Si observan bien, no carecen de alimentos y todo aquel que solicita auxilio, le es dado. Arturo es de un corazón muy noble. Pero esta malvada mujer siembra la codicia y la maldad en el pueblo.

Concluida su labor, la mujer se siente satisfecha y se voltea para retirarse. ¡Ha logrado el objetivo de la maldad! Alcanza a escuchar a su paso, que la discusión entre los aldeanos sube de tono al grado de que comienzan a pelear mientras que otros huyen a refugiarse a sus casas y los niños son obligados a encerrarse: ¡Es un verdadero desastre!

Solamente hay un hombre que observa detenidamente los acontecimientos: Es un anciano que se mantuvo ajeno y distante de todos, pudo ver con claridad sin ser tocado por la obscuridad. Este viejo, aldeano, es un buen hombre que vive retirado del pueblo y por lo mismo, no llegó en el momento en que todos quedaron sometidos al influjo de la forastera.

La neblina le había obligado a retrasarse más y sorprendido de lo que vio y le dejó paralizado por la incredulidad de ver el impacto de las palabras femeninas en los aldeanos. Después de unos instantes de estupefacción, logra sobreponerse y trata de calmar a los rijosos: "¡No haga caso de falsas palabras! ¡Yo vi cómo los demonios empezaron a rodear a todos! Como los tomaron".

Con cierto dolor siente el rechazo de los posesos y poco faltó para que los más jóvenes intenten apedrearlo, pero, la música comenzó a darse y provocó que lo olvidaran. ¡Un momento fortuito para el viejo! Marcia observó la escena desde una ventana y con una sonrisa burlona, se retira del balcón, dispuesta a descansar.

Limpia su rostro de la sangre, empero, sucede algo especial: Al tratar de limpiar su frente de la marca que se pintó, ¡ésta no se borra! Siente con el agua, un fuerte ardor. De inmediato se seca y sin mayor preocupación, se dirige a su cama para reposar.

Mientras tanto, en el Castillo de Avalón, que también se encuentran festejando, el Rey Arturo cae enfermo sin razón alguna. Desmaya en su trono. Rápidamente, los Consejeros lo llevan a los aposentos reales. El resto de los nobles, ignoran esto por completo y siguen con su festejo que va tomando calores mayores.

Las fiestas con el Monarca se habían caracterizado por la sobriedad y buenas costumbres que incluso, llevaron la fama más allá de las fronteras. En esta ocasión, ante la ausencia del Rey, se rompieron las normas y las buenas costumbres y los excesos carnales se manifestaron.

El Reino de Gales parecía cubrirse con un inmenso manto de obscuridad al que, ni la misma joven se imaginaba la dimensión de la devastación provocada en su sed de venganza y vanidad herida. ¡Duerme tan plácidamente!

Al amanecer, se siente un ambiente frío y el panorama es sombrío. ¡Muy diferente al pasado! La mujer se estira antes de abandonar la cama. Se observa muy alegre y dispuesta a continuar con su mentira. Piensa: "¡Ahora quisiera ver al viejo Merlín! Haber si se atrevería nuevamente a ofenderme. Cuando llegue a él la noticia, ya no estaré presente y tendrá que demostrar que efectivamente es tan poderosa la fuerza de su dios como la de este dios que me ha elegido".

Lava sus manos en una pequeña porcelana y prosigue en sus pensamientos: "Pero creo que sería conveniente, que como todo buen Iniciado, debe de tener un nombre. ¡Debo de pensar en alguno!" Sale de la habitación de la posada y se dirige a la casa del Lady Elizabeth la anfitriona que con tanto esmero le a atendido desde que llegó.

Para la joven mujer, el panorama es bastante prometedor. Y dispuesta a continuar con su venganza, deja fluir esa fuerza obscura en su interior. No se percata que el viejo de la noche anterior, la sigue con la mirada severa por los eventos que desencadenó y se dice: "Debo ir a buscar a Merlín para informarle de lo que aquí sucede".

No es el único. En Palacio, Sir Williams ignora los titubeantes diagnósticos de los médicos reales que no pueden acertar sobre la causa que mantiene inconsciente al Monarca: "¡Debemos de buscar al Mago! El es el único que puede proteger y sanar al Rey". Sin más y en completa discreción, dispone su partida, coincidiendo con el anciano en diferente lugar.

El viejo apenas traspasa los límites de la aldea con los campos de siembra, cuando el caballero le alcanza y con respeto a su edad, le saluda y pregunta: "¿Qué dirección llevas, anciano?" El hombre se espanta y de inmediato se hace a un lado. Al notar esto, el noble le obliga a hablar: "¿Acaso eres un espía? ¿Por qué muestras temor? ¡De que huyes o te escondes! ¡No te voy hacer nada!"

Tembloroso y con voz quebrada, le contesta: "¡Si supiera su excelencia lo que ha sucedido! Algo muy malo está por venir. Y creo que solamente el Mago Merlín puede acudir en nuestro auxilio". Esto hace que el caballero le pregunte: "¿Qué es lo que sabes de la enfermedad del Rey? ¿Cómo te enteraste? ¿Quién te ha enviado? ¡Responde de inmediato o te atravieso con mi espada!"

Con angustia, el viejo clama piedad para su vida y con los ojos desorbitados, niega conocer algo sobre el Monarca y atropelladamente comienza a narrarle los hechos de la noche anterior. Sir Williams, al oírlo, con cierta desconfianza confirma que el Rey ha sido atacado por sus enemigos y le han enfermado.

Invita al viejo a subir en ancas y viajar juntos para encontrar a Merlín.

 


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