Del Archivo

de Merlín

 


Por Mario Luis ALTUZAR SUAREZ

* La Regresión como Fuente de Liberación

* El Desamor Infantil Causa Resentimiento en el Adulto

En la espesura del bosque se pueden perder, entre los árboles, fácilmente los hermanos que desean privacidad. Esto se ha vuelto ya una costumbre en Jonathan sin que nadie se percate de esto, dejando sus labores al descuido, pero los Maestros que se encuentran siempre vigilantes han dejado que esta situación fluya para poder así, descubrir la causa del comportamiento del adepto.

Jonathan se encuentra abatido por la tristeza y en su rostro escurren lágrimas ahogando los sonidos del llanto. ¡No quiere ser escuchado! Se siente tan solo. ¡Ha luchado a toda costa por integrarse con los demás, sentir igual que ellos! Y comenta: "¡Soy un fracaso! No he logrado nada y mientras más lo intento ¡más solo me siento! ¿Qué pasa Padre? ¿Acaso yo no pertenezco a este lugar? O peor aún: ¡No soy reconocido por Ti!"

Abunda en sus pensamientos: "He cumplido con todos los Mandatos de la Disciplina. Los Ensayos los he practicado y no tengo respuesta que me pueda indicar gozo en mi corazón. ¡Mientras más practico, más dolor siento en el alma! Y más abandonado de Ti vivo. ¿Qué he hecho tan malo para no obtener respuestas?"

Profundiza: "Me he negado a ver a mis hermanos en sus avances, falsos o verdaderos. ¡No lo sé! Pero viven en el gozo y se comparten con tanta alegría que me siento indigno de estar con ellos."

El joven comenzó la Enseñanza al igual que los nuevos adeptos y en principio, sintió esa sensación de amor que tanto le hablaron. Más, sin embargo, se perdió al mismo tiempo. ¡Así como lo sintió se disipó! Pensando que era algo pasajero se aplicó más a la Enseñanza, pero ya ha transcurrido el tiempo sin respuestas.

Tiene miedo de comunicárselo a los Hermanos Mayores al pensar que puede ser expulsado de la Hermandad y regresar a su pueblo sin haber concluido, sería tanto como aceptar el señalamiento social de su fracaso. Siente la responsabilidad de responder a las expectativas de su familia que le enviaron a recibir la Enseñanza.

Están próximos a ser evaluados en sus avances y el miedo de ser descubierto es lo que ahora le atormenta tanto. ¿Cómo evadir el enfrentamiento? En verdad desea avanzar en el Despertar del Espíritu. Con lo que él no cuenta es que son vigilados todo el tiempo. Ralph le observa a lo lejos, esperando el momento para poder acercarse.

El Maestro le ha seguido desde días atrás, al pendiente de su proceder. Toma la decisión y se encamina a él. El joven no percibe ser observado por el Hermano Mayor, ya que tiene los ojos cerrados y se sorprende cuando escucha a Ralph: "Así, con los ojos cerrados mi pequeño hermano, ¿qué es lo que pasa? ¡Respóndame!"

Jonathan responde: "Me siento solo. ¡Muy solo!" El Maestro insiste: "¿Cuál es la razón del desasosiego de mi querido hermanos?"

El adepto confía: "¡Oh! Maestro, ¡ya no puedo ocultarlo más! Y sé que tarde o temprano se darán cuenta que no sirvo para la Enseñanza. Mi alma llora y es atormentada por el dolor del desamor. He buscado aplicarme de una y de otra manera, con la intensión de ¡sentir la Fuerza Divina de la que tanto hablan! Lo he pedido con verdadera devoción y mientras más lo pido, ¡más solo me siento!"

Señala que busca generar energía "como ustedes lo indican y ¡no fluye nada! Ni bien ni mal. He tenido miedo de pensar que Dios en mi no existe. ¡Que todo esto es una mentira! Y que ustedes están locos. ¿Cómo pueden hablar de gozo, de paz, de fuerza, si yo, aplicándome tanto no he logrado nada?"

Casi grita al decir. "¿Quién engaña a quién? ¿Cómo dicen que es para todos? Algo debe de haber en especial y yo no lo tengo."

Ralph lo ha dejado hablar de manera que ahora entiende sus aislamientos frecuentes y a una distancia prudente, se sienta. Sabe que no debe de considerarle para no confundirle más. Le habla con firmeza: "Primero, Dios está en todos y eso es tan cierto como el que estamos aquí los dos con vida. ¡Uno enfrente del otro!"

Expresa: "Estamos en un cuerpo que funciona igual. ¡No hay diferencias! En eso no hay mentira. Si abre los ojos ¡verá que es cierto! Ambos recibimos el sol y podemos sentir la tierra. ¿Qué es lo que está pasando adentro de su ser? ¡Que el Amor no está fluyendo! Y debe de existir una fuerte razón que le impide poder manifestarlo."

El Maestro explica. "La soledad de su alma es el manifiesto del desamor. Y debemos de encontrar la causa. ¡Todos somos capaces de vibrar en el Amor! Y usted también ya que pertenece a todos. Yo le invito a que entremos a esa soledad y descubramos por qué el sufrimiento."

Así, entonces, el joven desconcertado por la respuesta del Maestro, interroga: "¿No va a delatarme? Todo este tiempo he vivido en la sombra del miedo de ser expulsado y usted, con tanta tranquilidad me responde que ¡hasta me siento burlado!"

El Maestro se impone: "¿Burlarme del dolor ajeno? ¡No! ¿Cómo puede pensar eso mi querido hermano? ¡Nunca debe uno de sentirse exento y siempre debe uno de estar alerta, vigilante y dispuesto para ayudar a quien lo solicita. He aguardado todo este tiempo, esperando el momento en que usted se decidiera a pedir ayuda y lejos de eso, se ha aislado más y confundido también por sus tormentos."

Jonathan, avergonzado, exclama: "¡Perdón, querido Maestro! Veo tan imposible mi caso, que no tomo cuenta de la disposición de los otros. La desesperación me encerró en mi angustia. Estoy listo para seguir sus indicaciones, si usted en este instante así me lo solicita."

Ralph siente alegría y no quiere retrasar más el momento: "Haremos una regresión para ubicar su soledad. Esta regresión, mi querido hermano, es consciente, lo que significa que solamente vamos a recordar el pasado teniendo en consciencia que eso es: ¡Pasado! Que ya no existe en el presente, solamente en nuestro recuerdo y que se refleja en nuestros actos."

Aclara que "es muy importante tomar en cuenta que no lo está viviendo, que sólo lo está recordando. ¡No debe de introducirse en él! Para que podamos liberarnos de estas sombras que impiden avanzar en el Amor Divino y sobre todo, ¡reconciliar con usted mismo!"

El joven responde: "¡Hay muchas cosas que no recuerdo, querido Maestro! ¿Cómo podré, entonces, ubicar ese pasado que mencionas?" El Hermano Mayor le comenta que este ejercicio no es de una sola sesión sino que requiere de otras tantas, como sea necesario, hasta tocar fondo."

Menciona que una de las limitantes es la misma mortificación por el encontrarse así mismo: "Eso no ayuda. Debemos tomar las cosas con calma. Saber el presente que se está trabajando, es como podrá dominar la angustia."

Profundiza: "El desamor lleva a la amargura y a la falta de comprensión hacia los demás. El comportamiento es áspero, frío, con autoritarismo y pero aún, ¡no saben recibir el Amor! Lo rechazan con facilidad y buscan lastimar a las personas que les aman. Sienten en ellos la razón, la exigencia del deber y sobre todo, no soportan convivir en armonía con los que le aman."

Apunta: "¡Es un rechazo muy marcado al amor! Inconscientemente creyendo que están en la razón. Espero que el caso de mi hermano no sea tan fuerte."

El joven no responde. Se queda callado ya que gran parte de lo que ha comentado el Maestro, ¡es cierto! Aunque no le ve en una forma tan drástica como él lo plantea. ¡Siente que exagera! Pero siente que su intensión es verdadera y guarda silencio respetando el pensamiento de su hermano Mayor.

Sin embargo, Ralph le dice: "Aunque usted no lo crea, ¡siempre están dispuestos a tratar de aplicarse a cualquier disciplina, para eludir su verdad! Hay tantas formas de encubrirse. Pero dejemos eso: Ahora, mi hermano, va a cerrar los ojos, a respirar profundo tres veces y a unificar cuerpo, alma y espíritu."

Luego, le comenta: "Aunque usted no sienta la presencia de Dios, debe de presentarse ante El." Inicia la oración: "Ante Ti, Padre Bendito, permite que ésta sea una manifestación de verdad, una manifestación de vida en mi corazón." Le guía: "Ahora, va a concentrarse en mirarse de frente en un espejo. Si no puede visualizarlo, ¡imagínelo! No se limite."

Conduce el Maestro: "Vamos a dejar fluir recuerdos agradables. Por cada uno de los recuerdos que lleguen, por insignificante que sea, damos gracias al Padre por habérnoslo permitido vivir, solicitando se llenen de Luz y de Amor, estos momentos para que queden impregnados en todo su ser."

El joven, obediente, se aplicó a recordar. En ciertos momentos pareciera que ni estos recuerdos le satisficieran, pero el Maestro atento a sus reacciones le dirige: "Recuerde, los momentos agradables le permitieron sentirse libre, darle sentido a la vida. No desprenda este pensamiento para que así pueda recordarlos más fácilmente.

Jonathan llegó a un momento en que comenta al Maestro: "Sólo recuerdo que estaba yo solo, jugando. ¡Y era como mejor me sentía! Pero recordarlo no me hace sentir bienestar." Ralph, con amor, le guía: "Respire profundo y ese niño que ve, dígale: ¡Mereces que te ame! ¡Mereces que te ponga atención! ¡Porque eres valioso! ¡Para mí, eres muy valioso!"

El adepto advierte: "¡Siento dolor en el pecho, Maestro!" Le dice: "Repita así mismo: Soy digno de ser amado y amarme, debo de aprender a amarme. Ahora, vuelva a concentrarse en ese niño." El joven comenta: "Me da ternura, Maestro." Ralph concede: "¡Claro! Un niño da ternura. ¡Los niños dan ternura! Ahora sí, llene de Luz y respire despacio y profundo hasta sentir tranquilidad." Una vez concluida esta parte del ejercicio, el Maestro le indica: "Ahora, vamos a ubicar el recuerdo con su madre."

Jonathan inquiere: "¿Mi madre? ¿Qué tiene que ver mi madre en esto?" Escucha al Maestro: "Bueno, es el primer ser que le enseña lo que es el amor." El adepto señala: "No recuerdo alguna escena de amor con ella." Ralph le dice que no se preocupe y que solamente la vea "como cuando era niño y recuerde lo que sentía por ella."

La respuesta es fría: "No recuerdo sentir algo, Maestro." Es el momento en que Ralph le expresa. "Ahora va a repetir conmigo: Yo soy un ser digno de ser amado y tú, madre, eres un ser digno de ser amada también. Ahora, mi hermano, esa imagen inexpresiva que tiene ahí guardada de su madre, la va a llevar a una rosa y ahí, en sus pétalos, la sumerge hasta que se pierda adentro de la rosa."

Ralph prosigue: "Mi hermano, deje que la rosa desaparezca. Recuerde al niño tierno. Respire profundo y llene de Luz. Debe de recordar la ternura de este niño, ¡porque es la ternura suya! ¡Es el amor que se perdió! Va a respirar profundo, a girar su cabeza y recorriendo su cuerpo con la mente, cerramos el ensayo."

El joven se mira bastante tranquilo y el Maestro le indica: "Hay que repetirlo diariamente y cada forma fría, inexpresiva, la introduce a la rosa, después retoma al niño, ya que éste le permite retomar el amor. Esta es una forma de ir aprendiendo a sentirse valioso y digno de ser amado, cobijándose asimismo va a poder cobijar también el amor de los demás. ¡Aceptar que puede ser amado! Y así irá rompiendo con la frialdad del pasado."

Menciona que es un proceso lento Pero que "si se hace con la convicción de un reencuentro, tiene resultados maravillosos. Repítalo sin temor alguno. Recordando siempre su presente y quien es usted ahora y que está en la capacidad de desechar todo ese desamor."

El joven sonriente le contesta: "¡Sí! Querido Maestro, sí deseo aplicarlo en mi. Solicito me disculpe para poder" retirarse ya que tiene sus deberes pendientes por cumplir.

Ralph le ve con gusto y le indica que parta con gusto.


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